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¿Por qué un hombre de reputación intachable, con un reconocido éxito profesional en urbanismo y retirado en su apacible casa del Caracas Country Club, emprende un cruzada para, nada más y nada menos, condominizar los barrios que habitan las familias más humildes, en los cerros de la ciudad?
¡Vaya usted a saber!
En 1986, Hernando de Soto, un economista peruano, publicó una obra sobre los condominios populares.
Allí sugería que la salida a la crisis de pobreza que afectaba y aun afecta a su país, iba a terminarse cuando a la gente se le diera los títulos de propiedad de la tierra que habitan en las zonas marginales de Lima y otras ciudades.
Las palabras del experto fueron escuchadas y, título mediante, los marginales peruanos tuvieron la oportunidad de acceder a préstamos bancarios para mejorar sus viviendas y, por ende sus vidas. Con lo que de Soto no contaba, era que al repartir las propiedades se armaba un rompecabezas que impedía los trabajos de mejoramiento de vías y servicios públicos, en esas zonas olvidadas de Dios.
También por esos días, unas 3.000 familias invadieron un terreno en Buenos Aires y posteriormente el gobierno de turno decidió otorgarle a los invasores la propiedad de esos bienes y los resultados saltan a la vista: hay una urbanización perfectamente manejable.
Con estas experiencias en su mente, Daniel Fernández-Shaw, el arquitecto responsable, entre otras obras, de Parque Central y el teatro Teresa Carreño, invita a las comunidades de Carapita –la barriada más antigua del sector Antímano, enclavada en lo más alto del oeste de Caracas–, a organizarse en condominios para vivir mejor, una iniciativa que cuenta con el auspicio de Sidetur.
TODO TIENE SU PROBLEMA
“Hay que crear un interlocutor que pueda hablar con los arquitectos, con los ingenieros y con las empresas contratistas que se verán interesados en el negocio de mejorar el barrio. El condominio permite agrupar a las familias, recaudar los fondos que sufragarán los proyectos e interesar a las empresas”, dice Fernández Shaw.
¿Qué le hace suponer a Fernández Shaw que gente cuyas vidas han transcurrido en el más absoluto abandono, familias cuyas generaciones enteras han habitado esas zonas donde el hampa decreta el toque de queda después de las seis de la tarde y cuyos magros ingresos se destinan a la comida y el transporte, van a agruparse para pagar condominio y embellecer así su hábitat?
–Todo en la vida tiene un problema.
Yo tengo experiencia y he hablado con gente de Pinto Salinas, en Caracas y el barrio El Limón, en la carretera vieja de La Guaira y allí adelantamos cosas como estas. De hecho, el condominio en los barrios cuenta con una participación de las autoridades municipales pero parte de la idea de lograr llevar lo que fue la propiedad horizontal, a estas zonas marginales.
Pero hoy la política habitacional va por cuenta de Fondur y allí priva un criterio que es el de hacer viviendas en el interior y mudar a la gente de los barrios hacia allá –¿Qué es más difícil: sacarlos del barrio o condominizar esas zonas?
–Es mucho más difícil llevarlos hacia el interior. Aquí viven a escasos minutos de los centros de trabajo y para nadie es un secreto que Venezuela es el país con mayor población urbana en el mundo. La experiencia ha demostrado que si los sacan del barrio, más pronto que tarde regresarán.
Fernández Shaw llegó a Caracas en 1948 y desde entonces ha visto como la ciudad se pobló de ranchos, reemplazando el verdor de sus cerros por el resplandor de las láminas de zing sobre el concreto desnudo.
–El fenómeno de la vivienda informal en los trópicos es algo que se repitió en todo el mundo. La gente se fue mudando de la provincia a las ciudades y al principio pudo construir viviendas, las cuales fueron mejorando con el pasar del tiempo. La gente podía construir esas casas individuales porque era algo muy sencillo pero toda la coordinación, a nivel colectivo, jamás se hizo. Lo que vemos hoy es que los barrios carecen de una estructura urbana lo cual se traduce en escasez de agua y la merma de otros servicios públicos–, advierte el arquitecto.
Para Fernández Shaw, este es el mayor problema que tiene el país. “Tenemos más de la mitad de la población viviendo en condiciones inaceptables. Nunca ha habido una proposición integral y coherente para abordar esta situación.
Siempre se han abordado aspectos puntuales como canalización de quebradas, pavimentación de calles y construcción de escaleras”, agrega.
– Aún queda mucho cerro por invadir y mucha gente por llegar, tanto del interior del país como allende a las fronteras. ¿Cómo ve el asunto, a futuro?, porque las invasiones están lejos de terminar.
–En los últimos 15 ó 20 años, los venezolanos han construido 80.000 ranchos por año. Para poder arreglar este problema, es menester edificar como mínimo otras 80.000 viviendas por año, para que la gente tenga una alternativa distinta a la de la invasión. Es necesario tener una oferta de viviendas adecuadas, antes de empezar a mejorar la vida en los barrios–, sostiene el especialista.
El perfil de la gente que invade los cerros y construye ranchos es el de una persona desesperada, pero con la opción Shaw estas familias cuentan con un plan “B” que les permitirá consolidar sus viviendas, contratar una empresa para embaular las quebradas, dotarlas del servicio de agua potable y luz eléctrica.
El panorama que se divisa desde el último piso de una de las torres que diseñó Fernández Shaw, en Parque Central, es dominado por los ranchos, en 360 grados.
“La gente que vive ahí está contenta con la ubicación y es ahí donde se da el mejor ejemplo del libre mercado. No hay regulación de alquileres y los precios de los bienes de consumo oscilan de acuerdo al libre juego de la oferta y la demanda. Estos sitios pueden ser embellecidos y configurados como colinas que circundan a ciudades como Atenas. Eso llevará años, pero hay que comenzar ahora”, sentencia el urbanista. REGRESAR |
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