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"Busco apartamento para alquilar, tipo estudio; mínimo 500.000 máximo 600.000 bolívares. Negociable". Este es el primero de 11.800 anuncios publicados en Internet por gente que busca arrendar un inmueble en Caracas. Lo escribió Raúl Cordero, luego de casi un año de revisar clasificados de prensa y echar a andar una campaña de "riega la voz", con la que pretende hallar, mediante amigos, un buen negocio.
Raúl y su esposa no han podido crecer en número por la misma razón que no han logrado hacerlo en espacio: desde que contrajeron matrimonio viven en una habitación en casa de la suegra, en El Paraíso. "Los alquileres son muy caros, conseguimos de 2 o 3 millones, pero podemos pagar hasta 700.000 bolívares; alquilar por más de eso sería no vivir", dice.
Entre ambos perciben cerca de 2,5 millones de bolívares al mes -él como economista empleado en Venezolana de Televisión, y ella como psicóloga del hospital de Niños J. M. de Los Ríos-, que sólo multiplicando por 3 les alcanzaría para vivir bajo un techo temporalmente propio.
Según cálculos de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, 1.000.000 de personas necesitan alquilar en Caracas.
"Mientras no contemos con una residencia fija no tendremos hijos", añade. La familia Cordero ha andado por las venas de una ciudad donde un modesto inmueble en las avenidas Las Palmas o Libertador es arrendado en 3 millones de bolívares, es decir, el doble de la renta de un departamento en la vistosa zona limeña de Miraflores o de un lujoso duplex amoblado en los barrios Recoleta y Palermo de Buenos Aires. Caracas es la capital con los alquileres más altos de Latinoamérica, con montos que pueden ser 10 veces mayores que en el resto de la región.
Subasta sin recibo. Mientras en la web fluyen cascadas de anuncios de personas que se postulan para el alquiler, en los clasificados de prensa (con carácter de oferta pública, de acuerdo con la ley) la oferta es escasa y tiene el efecto de una subasta en la cual se exigen de 15 a 50 millones de bolívares para la negociación. En esa carrera, en la que históricamente se han pedido referencias bancarias, profesionales y personales, hay nuevas exigencias antes de dar el pitazo de arranque: tener personalidad jurídica o estar representado por una compañía, familias que no excedan de tres personas y, sobre todo, no tener bebés.
Ante esas limitaciones Johanna Blanco y Luis Alejandro Guillén decidieron que no concebirían hijos hasta tener el título de propiedad de una vivienda. "Al principio, tuvimos que irnos a Petare porque, de lo contrario, sólo podíamos pagar medio millón de bolívares por una habitación con un baño prestado. En un sitio así no pueden crecer los niños", comentó ella.
El sueldo que devengan, como enfermera de una clínica y farmacéutico regente de una red de farmacias, los obliga a descartar la mayoría de las urbanizaciones y poner la brújula en los barrios.
Forman parte de las familias jóvenes que ni dejando la totalidad de sus ingresos en el pago del alquiler lograrían cubrir la cuenta: en 5 años el salario mínimo decretado por el Ejecutivo se ha incrementado 223,4%, pero es insuficiente para costear el aumento de más de 500% en las tarifas de alquileres.
En Petare, Johanna y Luis crecieron verticalmente con las repisas, el televisor y los libros apilados en columnas.
Ahora viven en una inmensa casa de más de 100 metros cuadrados que llaman "el sueño": "Vivimos la gran estafa: firmamos un contrato chimbo, que incumplieron y nos obligaron a desocupar. Esta zona no es la que más nos agrada, pero cuesta la mitad de lo que piden por habitaciones".
Hoy, la Red Metropolitana de Inquilinos convocó a una marcha que sale a las 9:00 am desde la Plaza Bolívar de Caracas hasta el Tribunal Supremo de Justicia para rechazar los desalojos de arrendatarios.
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