La palabra "verdad" tiene dos sentidos. Alude, en un primer lugar, a la conformidad entre un objeto y el concepto que nos formamos de él.
Si éste es el caso, estamos emitiendo un juicio "verdadero" acerca del objeto. Pero también se emplea la palabra "verdad" para aludir a la conformidad entre lo que una persona dice y lo que efectivamente piensa.
Si una persona dice lo que piensa la llamamos "veraz".
Aquí no estamos hablando de una verdad "objetiva", como en el primer caso, sino de una verdad "subjetiva". Lo contrario, de la verdad "objetiva" es el error. Lo contrario a la verdad "subjetiva" es la mentira. Hay un abismo moral entre ambas verdades. Quien yerra, está buscando la verdad. Eventualmente, llegará a ella. El error es un desvío no querido en el arduo camino del conocimiento.
Quien miente, no busca saber sino engañar. Hay casos extremos en que se engaña por amor o por piedad: cuando se le habla a un niño de los reyes magos o cuando se le disimula su estado a un enfermo terminal. La mentira admite excepciones positivas que han sido examinadas en el clásico libro Mentir de Sissela Bok(Lying, New York: Vitage Books, 1978), pero en los casos en que se miente en busca de una ventaja, el engaño daña injustamente al engañado cuando lo priva de una verdad que tenía el derecho de conocer y daña además al propio mentiroso al empobrecer su persona.
Cuando lo habitual es que un presidente de la República y sus ministros digan la verdad, se difunde en la sociedad un clima de confianza. La confianza es la madre del consenso político y de los contratos privados. Según lo ha sostenido Francis Fukuyama en su libro Las virtu des sociales y la capacidad de generar prosperidad. En el caso opuesto, cuando la mentira se difunde cunde un estado de sospecha en medio del cual la sociedad zozobra. En última instancia, la sociedad es un sistema de expectativas recíprocas al que la mentira destruye, incitando a sus miembros a que se protejan detrás de un muro de nuevas mentiras. Así, vemos cómo la red de mentiras creadas desde las altas esferas del gobierno y de los poderes públicos ha impedido tanto la investigación del caso de la muerte del fiscal Danilo Anderson, como a la corrupción en Pdvsa, el caso del maletín conteniendo 800.000 dólares y las andanzas y contacto con un empresario.
Lo que inquieta hoy es la declaración intencionada del ministro Carreño en el asalto a la UCV, con universitarios heridos de bala, donde miente buscando una mentira eficaz, pero que es descubierta porque nunca supuso que los temibles fotógrafos, la prensa nacional e internacional, Globovisión, Rctv, CNN y otros canales de televisión lo desmentirían. Se está creando, cada vez más, entre los venezolanos, un clima de violencia y de desconfianza generalizada. El daño "práctico" de la mentira descubierta en el ataque alevoso, cobarde y armado de grupos terroristas contra los estudiantes de la UCV, como lo confirman las fotos obtenidas y editadas en los diarios, no sólo anula el propósito que el mentiroso tenía en vista al urdirla, acusar a los estudiantes de generar la violencia y justificar la intervención de la UCV; lo daña además a él mismo al volverlo poco o no creíble a los ojos de los demás. Porque ocurre que tampoco se le va a creer cuando diga la verdad. Es el famoso ejemplo del pastorcillo mentiroso. Tantas veces había dicho que venía el lobo y le creyeron sin que fuera cierto, que el día que el lobo vino grito y no le creyeron.
Muchas veces la mentira no daña al mentiroso sólo en el campo moral o en la política, al empobrecerlo como persona. También lo daña en la vida práctica, al burlar esos mismos objetivos que andaba buscando. Esto ocurre con la mentira ineficaz. La mentira es ineficaz cuando es descubierta. La mentira tiene, en este caso, "patas cortas". REGRESAR |