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El conflicto entre Exxon Mobil y Pdvsa se ha dividido en dos frentes. Por un lado, los asesores jurídicos de cada compañía manejan el problema en su verdadera dimensión: una disputa económica y jurídica que debe resolverse dentro de tal marco. Por el otro, el Gobierno ha desplegado su avasallante posición de dominio en los medios de comunicación para hacer creer a los venezolanos que el pleito no es económico sino político y, como era fácil adivinar, potencialmente bélico. No se han mostrado los argumentos técnicos y legales con los que Pdvsa se está defendiendo, tal vez porque si lo hiciera podría quedar en evidencia que Exxon Mobil tiene posibilidades de triunfar en un proceso de arbitraje. Los abogados no tomarán en cuenta los conceptos de 'imperialismo', o de 'agresión yanqui'. Apenas se atendrán a las cláusulas del contrato cuyo incumplimiento reclama la multinacional. Tampoco se ha dicho que este tipo de pleitos suele resolverse mediante un acuerdo aceptable para ambas partes, al que se llega fuera del juicio, en la mesa de negociación, precisamente para dar por terminada la mediación y evitar el largo y costoso proceso internacional. Tal vez entonces, en lugar de conocer los términos exactos en los que cada uno cedió, se nos hable de una 'victoria de los pueblos sobre los instrumentos de dominación imperialista'.
Todo esto es fácil de suponer porque, al menos, los términos de cada contrato firmado durante la apertura petrolera de 1996 se hicieron públicos, y era posible para la opinión pública formarse un criterio sobre las ventajas y flaquezas que aquellos convenios representaban para la República.
No se puede decir lo mismo acerca de los acuerdos que se suscriben ahora, en la segunda versión de la apertura petrolera, con las empresas estatales de China, Irán, Rusia, Bielorrusia... ¿Es que creemos que nunca surgirán controversias con estas empresas? REGRESAR |
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