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Una vez que cesó el traquetear de los tanques se silenció y los tapabocas de los cañones de guerra volvieron a su sitio, regresó al tapete el problema del desabastecimiento. Siguen las quejas, y por muchos milagros que pueda, o quiera, hacer la revolución la situación se agrava. Antes, en tiempos de carestía los problemas se solucionaban con sacar a uno de los santos en procesión para pedirle el milagro de la lluvia, aunque en estos tiempos lluvias suficientes hemos tenido.
Lo que nos ha faltado son ganas de producir alimentos.
En este caso la alternativa es la de rogarle a las ánimas milagrosas que nos ayuden a superar los problemas vigentes, más los que se nos avecinan en cuanto a los surtidos de alimentos, en especial de leche, pollo, huevos, carne y azúcar.
APELEMOS A LA MONJA
DE LA SUERTE
Una leyenda dice que en Coro, en los alrededores de La Ermita de San Clemente, se aparece el espíritu de una monja, y que quien llega a verla tiene asegurados siete años de buena suerte. Durante ese tiempo sus cabras parirán tríos, cada mata de maíz dará cinco o seis mazorcas, y las vacas tendrán morochos. De modo que para esa agraciada persona vendrá una maravillosa etapa de abundancia.
La leyenda citada señala que la monja, de nombre Lérida, procedente de Trujillo estaba de paso por la ciudad de Coro, en tiempos de la Colonia. Y en su presencia un esclavo llamado Cimodoceo castigaba brutalmente con un grueso leño a una mula. Ella intervino para que cesara la crueldad, con tan mala suerte que el leño se desvió y la mató.
Ese mismo día la llevaron al cercano Convento de San Francisco para los ritos funerarios. Y por la noche la monja hizo su primer milagro. Estaba tan bella en su lecho mortuorio que nadie quería creer que estaba muerta. Es más, amos y esclavos, por primera vez en la historia local, se juntaron en una iglesia y con un propósito común, el de admirar aquel prodigio. Al día siguiente los sacerdotes franciscanos intentaron inhumar el cadáver, pero como muchos creían viva a la monja, se opusieron y hubo necesidad de la intervención de la real autoridad.
Tiempo después se dijo que el espíritu era visto por los alrededores de La Ermita, donde fue su sacrificio. Y que quien lograba verla, multiplicaba rápidamente sus bienes, especialmente en lo relativo a la agricultura y a la ganadería. Esa creencia se mantiene y por tanto no es raro ver en la plaza aledaña a La Ermita, personas sentadas en espera del portento.
Es más, muchas fortunas de los cabreros, sembradores de cebollas y de patillas del oeste coriano, se atribuyen a los milagros de sor Lérida.
QUEDA EL RECURSO
DE CAVIATE
El Caviate es un espíritu protector de las cosechas, en especial en lo relativo a la siembra de maíz. Se supone que su presencia en los sembrados es generada por la buena intención de los agricultores de algunas zonas de Lara y de Falcón. La tradición señala que los indígenas de esas áreas sentían un gran respeto por el Caviate, y todavía muchos labradores colocan en el centro del conuco una olla de barro con jojotos recién cosechados, de los primeros en comenzar a madurar. Si al día siguiente ha mermado el número de los jojotos, es señal de que el Caviate está contento y que además durante ese año el maíz no sólo será abundante sino que alcanzará magníficos precios.
De modo que nos queda ese recurso, sólo que para complacer al espíritu indígena se requiere en primer término tener maíz tierno. Y si no hay quien siembre, surgen las dificultades.
En caso de que todo esto falle, todavía nos quedan los duendes de Curarigua, en el estado Lara. Estos diminutos y fantasmales seres se ocupan de cuidar los nacimientos de agua, y ayudan no sólo en las tareas de la siembra, en especial de las campesinas solitarias, sino que además acostumbran a llevar leña a las casas donde estas habitan.
Son tan celosos en el cuido de las fuentes de agua, que impiden cualquier riña en sus alrededores, y en caso de no poder evitarlas, se marchan con el grave resultado de que la fuente se seca.
En Semana Santa cuando algún curarigüero oye un ruido en la espesura del bosque, grita que si es duende que lance flores. Y en oportunidades caen a su alrededor verdaderas lluvias de pétalos.
Ese es otro recurso que está a nuestra disposición, sólo que no hay más remedio que mantenerse en paz para aprovechar de sus bondades.
ASUSTA A LOS LADRONES
DE GANADO
Cerca de Los Arrieros, en el estado Apure, hay un tronco quemado en el cual un fantasma se ocupa no sólo de proteger la fauna, sino de asustar a los ladrones de ganado que de vez en cuando se pasean por esos lugares. Los conocedores cuentan que se trata del espíritu de un rico ganadero que tenía como mascota a una venada blanca, y que para su mala suerte unos cazadores la sacrificaron. Fue tal la depresión que aquello le ocasionó, que al final se ahorcó en el árbol que ahora está quemado. Los familiares del difunto culparon al árbol por la muerte, y lo incendiaron. Desde que se apagó el fuego surgió la leyenda: el espíritu del ahorcado protege a la fauna, hace huir a los cazadores así como a los abigeos que se arriesgan por aquellas soledades.
Finalmente nos queda la esperanza de que este año aparezca la Gallina de Villa de Cura. Se trata de un ave fantasmal agigantada que lleva tras sí una parvada de pollos de gran estatura también, que pían lastimeramente. Cuando aparece, los comerciantes se preparan para la abundancia porque es señal, indudable, de que habrá ópimas cosechas. Y eso nunca falla. Esperemos que este año, en mayo, haga su benefactora, aunque meta miedo, presencia en la Puerta del Llano.
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