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Si se permite presentar el asunto con una leve ironía, se podría decir que la buena noticia que viene adosada a la aplicación del nuevo diseño curricular en la educación es que tal programa no pasará de ser un fracaso más, como la mayoría de los devaneos políticos que este errátil gobierno ha tratado de imponer desde hace nueve años.
Alguien protestará desde luego –y tal vez le sobren razones para desatar su furia– que sólo una mezcla de ignorancia e indiferencia haría posible el riesgo de no tomar en serio este intento de ideologización de los venezolanos, ahora desde la escuela. Pero sigo creyendo que la prédica del socialismo del siglo XXI sigue siendo un discurso vacío, que se reduce al ceremonial de renombrar calles, plazas y ministerios, y alardear de que el país anterior al arribo de Chávez estaba sumido en tinieblas, y que la verdadera nación comienza con ellos.Ya se sabe, el mismo libreto con el que se argumentan todas las revoluciones, hasta el día en que las trompetas del descontento comiencen a sonar y, en el caso venezolano, Hugo Chávez se asome al balcón y constate que sus ambiciones de poder no calzan con los sueños del pueblo que lo acompañó.
De este nuevo diseño curricular se ha dicho lo que quiera, de ambos lados, es verdad. Que omite la obra de Arturo Uslar Pietri en la enseñanza de literatura de bachillerato o que suprimen los años negros de la dictadura perezjimenista en historia contemporánea, para darle brillo protagónico a la tragicomedia del 4F o exaltar la fracasada aventura guerrillera de los sesenta, de igual manera como Simón Díaz y Juan Vicente Torrealba ceden sus sitiales para que Alí Primera figure en el primer lugar de la música venezolana. Se han escuchado incluso peores advertencias de quienes han escudriñado en los materiales utilizados como cartilla para la inducción de los maestros y profesores que son llevados a los cursillos, sin derecho a preguntar y con la firma obligada de que están de acuerdo.
Pero, algo me dice que no hay que asustarse. El nuevo diseño curricular ingresará, como tantos anuncios, al catálogo de los planes olvidados a mitad del camino, como el parque natural de La Carlota, el eje Orinoco-Apure, los gallineros verticales, las empresas de producción endógena, el saneamiento del río Guaire, la humanización de las cárceles o inclusive algo tan urgente como la limpieza de Caracas, tarea para la cual el mismo presidente Chávez prometió ponerse al frente con una escoba en un claro desafío a la incapacidad de los alcaldes Bernal y Barreto, y sigue sin cumplirlo.
Basta con mirar el retorno de los temporadistas de Semana Santa por autopistas y aeropuertos, las cuñas publicitarias en la TV por cable o los llenos vespertinos en centros comerciales para darse cuenta de que las guerras e insultos de Chávez son parte del libreto de sus apariciones dominicales, y que el único peligro es que fanáticos a lo Lina Ron tomen tales discursos en serio, que es entonces cuando la comedia se torna en tragedia. REGRESAR |
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