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¿Cómo y qué enseñar a nuestros niños y niñas? Pregunta clave en una sociedad democrática participativa y protagónica, como la que se construye en Venezuela. Y esta interrogante no debe responderse amarrada al reduccionismo conductista que enfoca la escuela como una isla distante de la familia, las organizaciones comunitarias y el resto de las instituciones sociales, sino por el contrario, en un contexto incluyente de toda la dinámica de la vida colectiva en cuyo devenir se forma el niño como ciudadano. El hombre es producto de la holística social, de aquí su multidimensionalidad. La escuela es un espacio plural y diverso de integración de las distintas manifestaciones de la vida social, pero no sustituye los vínculos del niño y la niña con las demás instituciones que interactúan en su entorno generando sobre su psiquis y comportamiento influencias en distintos grados de intensidad y efectos. De modo que constituye una ficción práctica el empeño por imponer el criterio de que el currículo escolar obvie enseñarle a los niños y niñas cómo relacionarse con los consejos comunales, las mesas técnicas de agua, los consejos locales de planificación pública y los demás espacios de participación y protagonismo del pueblo. No relacionar a los educandos con las instituciones sociales comporta socializarlos con valores egoístas contrarios a los de la solidaridad, la justicia, la paz, la tolerancia, el patriotismo y la promoción de la igualdad social, propios del proyecto de país contenido en la Constitución bolivariana, ya ampliamente consensuada en la sociedad, pues incluso quienes se opusieron a su aprobación en 1999 la han aceptado con entusiasmo, como se observó en la campaña del referéndum constitucional de 2007. 'El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros. Y, en menor grado, las escuelas'. Frase hermosa y sabia ésta puesta por Marguerite Yourcenar en boca del emperador romano Adriano en sus célebres Me morias. La socialización con la patria es el resultado del proceso educativo formal y no formal. De aquí que no enseñarle al niño y a la niña nacidos y criados en territorio venezolano las ideas de Bolívar, Simón Rodríguez, Ezequiel Zamora, el legado de las culturas aborígenes, afrodescendientes y eurodescendientes, integradas en la cultura democrática nacional, conlleva la pretensión de negar la esencia misma de la venezolanidad y, por ende, impedirle a los educandos su formación como venezolanos. Valga decir, quienes se han declarado en aquelarre mediático contra el nuevo currículo escolar son enemigos del patriotismo como valor central del ser venezolano. Que el nuevo currículo no se inspira en enfoques sectarios queda claro al ratificar la transversalidad introducida en 1996 como interconector de los ejes integradores del proceso educativo, así como la relativa similitud de los nuevos ejes con los anteriores: Educación Ambiental y Salud, Educación para el Trabajo Liberador, Educación en Valores y las Tecnologías de Comunicación e Información. Como corresponde, el nuevo currículo va de la mano con la visión constitucional: formar ciudadanos que participen democrática y protagónicamente en la sociedad demanda que su educación tenga como pilares aprender a crear, aprender a participar y a convivir, aprender a valorar y aprender a reflexionar. En una palabra, ser críticamente fecundos, solidarios, responsables y libres. REGRESAR |
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