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Reciclan todo lo que hallan dentro. El rodapié de las paredes lo hicieron con goma extraída de los ascensores, y los bombillos cuelgan de cuerdas de cables blancos empatados con nudos o con teipe. En el edificio de Confinanzas, el tercero más alto en Caracas y el país, las faenas son de día y de noche. La luz irradia poco hacia la avenida Andrés Bello, pero las 821 personas que ocupan el inmueble han escalado 23 de los 45 pisos para darle iluminación y apariencia de viviendas a esas áreas, que fueron pensadas para albergar el gran centro financiero de la ciudad.
Las familias viven un tiempo en carpas en la planta baja; así se ganan el derecho de subir a los pisos y de acondicionar, poco a poco, los apartamentos. Según la organización interna, en cada nivel hay un coordinador que funge como conserje. Rosa Mendoza, su esposo y sus dos hijos adolescentes llevan cuatro meses intentando ganarse la estancia privilegiada. Conviven bajo un toldo de seis metros, donde guardan una cocina con dos hornillas; sobre una cava reposa el televisor; sobre cartones de huevos, los productos de higiene personal y, más allá, tres tobos con agua. 'Prefiero cocinar aquí porque afuera el ambiente está muy contaminado', señala Mendoza, cuando el vapor de la pasta empieza a calentar la tela de su casa temporal.
La torre quedó a medio hacer con la crisis financiera de 1994. Y las familias que allí se encuentran se organizan para constituir 'una pequeña ciudad'. Ellos adelantan el censo para consolidar un consejo comunal como una manera de obtener apoyo gubernamental.
Mientras, manda el ingenio. La cuadra donde está localizado el edificio tiene alcantarillas para todos los servicios; de allí toman la luz.
Bajo un latón está la tanquilla de agua, que unieron con ductos para conectarse a la tubería principal de la calle. Y como el sistema de bombeo les resulta costoso, suben el líquido en tobos; otros arrastran los recipientes por medio de una polea rudimentaria que trenzaron con mecates. 'Aquí es área restringida para los niños', advierte Fernando Romero, uno de los coordinadores, antes de evadir dos precipicios.
Colas para entrar.
No todas las familias ingresaron durante la ocupación ilegal del pasado 7 de octubre. Algunas fueron amonestadas y expulsadas por incumplir las leyes internas.
Semanalmente llegan otras.
Cada lunes, de 5:00 pm a 8:00 pm, reciben a quienes quieren vivir en la torre, que con sus 190 metros ostenta el noveno lugar entre las más altas de Latinoamérica.
'Aquí hay gente de todo tipo.
Hemos ido descartando a las personas que lo que quieren es aprovecharse. No hemos vendido ni un apartamento y tenemos las normas de un trabajo: con tres amonestaciones (por ser excesivos con las fiestas, ensuciar o crear situaciones de violencia doméstica) la gente se va', indicó Romero.
Estaba proyectado que hasta el piso 6 el edificio de Confinanzas tuviera un aparthotel, por lo que esas áreas están delimitadas, incluso cuentan con bañeras deterioradas y techos con molduras en relieve. Víctor Caballeros, con 20 años en la construcción, diseñó en los pisos superiores varios apartamentos tipo, para estandarizar el modelo de vivienda, pero algunos invasores quieren colocar ventanas con rejas pecho de paloma.
'Tenemos la esperanza de que se dé una negociación con el Estado o una reubicación.
Sabemos que esto sería muy lujoso y nuestra ambición no llega a tanto. Si el Estado nos da una alternativa, no hay problema, nos vamos', dice Caballeros de esa urbanización que empieza a formarse en el inmueble propiedad de Fogade.
Pese al deterioro, el rascacielos sigue siendo imponente.
Desde los balcones se observan las robustas montañas del Ávila y las cúpulas de los edificios. Las familias también pueden observar las antenas de Mecedores y, por las noches, las luces que iluminan el hotel Humboltd. 'Podemos ver hasta la hora', dice Eleyner Peña, de 12 años de edad, emocionado de alcanzar a mirar el reloj de La Previsora. En casa de los Peña hay microondas, computadora y televisión por cable; pero los apagones son parte de la rutina debido a las sobrecargas eléctricas. La familia invirtió 300 bolívares fuertes en los cambios, que imitan la fachada del edificio del Banco Provincial, con balcones de media pared y pintados de blanco.
Las áreas frontales de los pasillos están cubiertas de espejos que no permiten la ventilación, pero los ocupantes aseguran que no las intervendrán hasta que un arquitecto los asesore. 'No queremos dañar el patrimonio del edificio', afirmaron. REGRESAR |
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