'Por supuesto que estamos descontentos. Por supuesto que estamos desmotivados.Nos tienen renegados. El Presidente entrega bonos a los empleados de la administración pública, pero no a los docentes. Igual comenzamos con ganas de enseñar a los niños, pero cuando vemos el desinterés, no quedan ganas de esforzarnos tanto', asevera Sandra, educadora de una escuela pública que el martes volverá a las aulas.
Mientras sus colegas protestan por la firma del contrato colectivo, ella cuestiona que no les hayan aumentado los sueldos ni los cestatickets.
Aunque lo que gana apenas le alcanza para subsistir, cuando se enferma prefiere pagar por ser atendida en una clínica.
La docente aporta 6% de su sueldo al Instituto de Previsión y Asistencia Social para el Ministerio de Educación, pero ella dice que no cuenta con ese servicio porque implica colas, maltratos e ineficiencias: 'Es como un hospital'.
El presidente de la Federación Venezolana de Maestros, Orlando Alzuru, asegura que el caso de Sandra no es aislado: 'Los maestros comienzan el año escolar con preocupación e incertidumbre en cuanto a sus reivindicaciones, no sólo en lo económico, sino también en lo profesional por los cambios que ha implicado el currículo bolivariano'.
Alzuru explica que sus pares ganan, en promedio, 1.200 bolívares. Refiere que la canasta alimentaria cuesta 1.400 y, la familiar, más de 3.000. 'Eso obliga al docente a trabajar en otras áreas y a no poder permanecer en el colegio como el Gobierno quiere', indica.
A eso se suma el hecho de que el contrato colectivo de los educadores tiene más de 2 años de vencido y de que desde 2003 todos los empleados públicos no han recibido el pago de sus prestaciones sociales. 'Todo lo que hemos obtenido han sido dádivas del Gobierno, pero creemos que cualquier incremento salarial tiene que estar amparado en el ámbito de la convención colectiva. Somos los peores profesionales pagados del país', afirma el presidente del Colegio de Profesores de Venezuela, Edgar Bazán.
Desasistidos. Los maestros que acuden al Ipasme ven con recelo la apertura de los servicios médicos a toda la población. 'Los docentes pagamos por el mantenimiento de esto, pero el Ipasme se volvió como un Barrio Adentro. Aquí vienen cada vez más personas que ni son maestros ni tienen familiares en el gremio, y a veces por culpa de ellos recibimos un mal servicio', se queja Yudith Barazarte, desde el centro de atención de La Hoyada.
La docente, con 17 años de servicio, califica de pésimas las atenciones del departamento de rehabilitación del organismo. Denuncia que hace un mes las tuberías de agua colapsaron y hay fallas eléctricas donde fue reubicado provisionalmente el servicio.
También se queja del escaso funcionamiento de los ascensores, aunque reconoce que ha visto áreas remodeladas.
Pero la visión de Antonia Nieto es distinta. Ve el Ipasme igual que hace 30 ó 40 años.
'Igualito en deterioro, en lentitud, en demoras. Obtener las citas médicas es un problema y la infraestructura da dolor', asevera la docente con 22 años de jubilada.
Edgar Bazán, presidente del Colegio de Profesores de Venezuela, advierte que el servicio se ha convertido en 'un acto de corrupción administrativa'. Cuenta que aunque las 30 unidades médico-asistenciales del país están desabastecidas, reciben pacientes referidos de Barrio Adentro y militares, que tienen prioridad ante los docentes.
Orlando Alzuru, presidente de la FVM, agrega que en 9 años el instituto ha pasado por 8 juntas administrativas, 'una peor que la otra'. 'Está técnicamente quebrado, porque ya no da respuestas de salud, ni créditos a los afiliados.
Tampoco hay reivindicación en materia recreativa porque Ipasmar y Valle Grande no son suficientes en época de vacaciones', asegura. A su juicio, debe nombrarse una comisión interventora del Ipasme, para recuperar el servicio que pagan los educadores.
Iris Álvarez, representante regional del Movimiento de Educadores Simón Rodríguez en Guárico, también cuestiona el actual funcionamiento de la institución y lo relaciona con la crisis asistencial del país:
'Ahora el Ipasme es de todos.
Aquellos que cotizamos y que nos descuentan cada quince y último, ahora tenemos menos acceso y nos vemos afectados. Yo entiendo que uno puede colaborar con esos servicios con la comunidad, pero como están en detrimento los servicios hospitalarios entonces nosotros, los educadores, tenemos que pagar los platos rotos. Uno puede compartir, pero la cuestión está en darle prioridad al maestro, pero no es así, eso no pasa' REGRESAR |
