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Los enfermos sufren ante la tardanza en la aprobación de claves de ingreso, además son víctimas de cobros extras como consecuencia del poco control sobre la facturación. Detalles en El Mundo.

'San Onofre no me des plata, dame salud' decía la abuela vestida de flores, ataviada con zapatos de tela y carterón marrón, mientras arrimaba una vela entre las tantas que ya ardían en el altar de hierro recubierto con cera y centenares de peticiones.

Al fondo una monja con hábito de punta en blanco, escuchaba con las manos en la cabeza agarrándose el velo, como si se fuera a caer, a otra doña, que entre la rabia y la fe proporcionada por el templo, le contaba su historia de salud quebrada.

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-Hermana que me hospitalizaron al niño. -¿Niño?, hija pero su muchacho ya es treintón. -No es tanto eso hermana, es lo indefenso que se siente uno en cualquier clínica. ¡Hasta yo me sentí como una muchachita cuando esperaba en la sala de emergencia! Al negrito me lo sacaron del trabajo con un dolor bien fuerte. Tenía cálculos en los riñones. Y eso no es grave hermana, yo sé que bien tratado se recupera como si nada, lo que me angustia es que en este país ya no hay pacientes, sino clientes.

La señora siguió relatan- do mientras otras compañeras de parroquia se integraron a la conversación. Según, era de noche cuando el enfermo fue diagnosticado en el servicio médico de la empresa, con supuestos cálculos renales.

Compañeros del trabajo se convirtieron en paramédicos y uno de los carros de la compañía fue habilitado cual ambulancia. Lo llevaron a un tour en busca de una empresa de salud privada, que le aliviara el padecimiento.

-Ay mija, pero menos mal que lo llevaron para una clínica, porque en los hospitales la agonía es peor.

Interrumpió una emperifollada dama con copete que interesada en la conversa, decidió opinar.

-Ay mi amor, es que en la empresa le tienen su seguro, que él paga sin falta quincenalmente.

Después del inciso, el relato continuó, mientras el incienso ardía en el altar principal.

Unos creyentes que rezaban de rodillas, pidieron silencio y el grupo decidió mudar el cotilleo.

Las puertas talladas con santos recubiertos de moho, sirvieron perfectamente como protección al recuento.

La monja prendió una vela por los enfermos y se reunió de nuevo con el grupo.

-Bueno mujeres, el hecho es que pasearon por varias clínicas y todas esas emergencias llenas.

Las colegas, pues todas eran madres de sendos 'tarajayos y tarajayas', mostraron su cara de asombro cuando escucharon que cuando por fin consiguieron una clínica dónde internar al enfermo, que ya estaba doblado del dolor en el asiento trasero del carro, fueron recibidos por un no tan amable caballero que les explicó el procedimiento.

Los pasos a seguir eran los siguientes: si tiene seguro pague el derecho de admisión (que ronda según lo preguntado en varias taquillas entre Bs. F. 350 y 500). Una vez hecho el pago, se llamará al seguro a ver si le dan clave para el ingreso.

Ahora bien, si no tiene seguro deberá cancelar un depósito, eso es sólo para que no se vaya con el suero en la vena. Después de recibir la debida atención médica y cancelar la cuenta, se reintegrará el efectivo.

Los depósitos de garantías rondan entre 500 y 1.500 bolívares fuertes. Atención, sólo se acepta efectivo y la verdad poco importa si está usted sangrando o quebrado de dolor, si el padecimiento no involucra una posible muerte, deberá cancelar primero para luego ser atendido. Negocios son negocios.

Finalmente consiguieron un establecimiento, sin embargo el joven en cuestión debió permanecer en el área de emergencia durante unas 24 horas aguardando por la aprobación del seguro. Ese día lo cobraron y eso que no le tocaron ni un pelo.

Poco a poco las anécdotas de padecimientos similares se fueron multiplicando en las voces de aquellas madres. 'A mi cuñado le dio un infarto hace poco y casi le da otro en la clínica, cuando al tercer día el médico le mandó unos exámenes.

Llamaron al seguro para pedir la aprobación del pago y el recepcionista negó el procedimiento, porque según sus criterios ¡el paciente no ameritaba otros estudios!'.

-Será ese muchacho médico -di- jo otra dama que vestía jeans, koala y franela-pero si les cuento que mi hija mayor parió hace poco y hasta la funda de la almohada se las cobraron. Un parto no baja de Bs.F. 10.000.

-Eso si todo sale bienreplicó la doña del copetePorque una compañera de trabajo debió cancelar 42.000 bolívares fuertes por 10 días que su bebé recién nacido pasó en la unidad de terapia intensiva.

¿Y LA REGULACIÓN?
Mientras tanto en otro paraje de la ciudad, específicamente en el área de emergencia de una importante clínica, dos jóvenes conversaban mientras esperaban el veredicto de sus respectivos seguros. -Esto es inhumano ¿Cuándo nos irán a atender? La conversación seguía fluyen- do, ambos trataban de olvidar aunque fuese momentáneamente su espera y su padecimiento. Una cosa llevó a la otra y cuando cayeron en cuenta estaban criticando el sistema de la salud privada.

Uno de los dos jóvenes recordó haber leído alguna vez en un periódico nacional, que se aproximaba una ley para regular a las clínicas privadas.

Entre las particularidades del documento jurídico destacaba la obligatoriedad que tendrían las clínicas de atender a sus pacientes, aún sin estos haber recibido la clave de los seguros. La ley eliminaría ese sospechoso pago conocido como derecho de admisión. Después de aplicado aquel marco jurídico las empresas de la salud deberían entregar las cuentas claras a sus pacientes, con facturas desglosadas que mostraran todos los cobros hechos. Regularían entonces las intervenciones comunes, para que no se salieran de los estándares.

-¿Y qué pasó con eso? preguntó uno. -Lo que pasa siempre en este pa- ís con amnesia. La olvidaron.

'SI YO PUDIERA'
De vuelta a la iglesia las damas de la tercera edad seguían en su puesto, desarrollando afilantes opiniones, cuando la madre del enfermo alzó la voz y miró al resto de sus compañeras.

-Es que si yo pudiera, es que si los principios de la igualdad que profesan las ideologías políticas y religiosas se cumplieran en estos predios, si en verdad fuéramos todos iguales ante los ojos de los poderosos... si yo pudiera, mis amigas, yo iría a todos los ministerios, a la Asamblea Nacional, a la casa de más de un político, incluso ante el mismo Presidente.

-¿Y que les diría? -Qué metieran en cintura a los especuladores de la salud, que hi- cieran cumplir las leyes que crean y las que no, que las redactaran, que no las dejen engavetadas como todo. Que vieran el sufrimiento del que tiene enfermedad con compasión. Que pusieran esos hospitales a valer, que combatan a los corruptos que con sus robos perjudican a todos. Que finalmente hicieran algo. Definitivamente alguien debería decir algo así.

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Fecha publicada: 19/09/2008
Fuente: Cadena Global
Tema: salud
Tags: Salud Privada en Venezuela


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