La mayoría de los jubilados del país reciben 714 bolívares fuertes mensuales. Un adelanto sin duda con respecto a tiempos pasados, aunque siga siendo una indigencia al estar el costo de la cesta básica a un nivel inalcanzable.
Recibir tal monto por media vida de trabajo, es rastrero en una edad en que la persona debiera estar disfrutando de un placentero retiro, y no seguir bregando en busca de la papa que le falta para continuar malamente subsistiendo. Julio Montoya, responsable de la Unidad Anticorrupción de Un Nuevo Tiempo, ha ofrecido a los medios el monto salarial mensual de ciertos ejecutivos de empresas del gobierno, los cuales no dejan de ser indecentes en una entelequia que se tilda de socialista y pregona esa ideología con profunda alharaca a los cuatro vientos.
Es una risotada, o una brizna al viento, pedir a los rendidos funcionarios públicos medios de esta revolución de segundo tiempo, que 'vivan con austeridad', cuando la nomenclatura de este Estado buchón gasta a paladas las divisas del erario público como jamás ha sucedido en la historia de la República y, además, de forma tan jactanciosa, que termina siendo una puñalada trapera desgarrada en la conciencia nacional.
Los sueldos, viáticos y utilidades por millones de bolívares al mes, de las juntas directivas de Pdvsa, Banco Central, Cadafe y TSJ, por citar los entes más representativos, son de espanto y una bofetada al pueblo llano y pobre que ha seguido en un momento -ya mucho menos- al caudillo de esta farsa convertida en una gran desilusión que prometió al alba de su gobierno: justicia, prosperidad y larga vida. Todo al final se convirtió en una falacia descomunal.
La compra de armas por parte de Miraflores, en unos días de pavorosa crisis económica con bajada del precio del petróleo, es de tribulación.
Esos cacharros bélicos obsoletos adquiridos a la Rusia del nuevo zar Vladimir Putin, cuyo mérito mayor es haber sido miembro de la temible KGB, demuestra la incapacidad de un Ejecutivo imbuido en una terrible megalomanía de grandeza militarista fuera de todo contexto racional, cuando pide hipócritamente austeridad al ciudadano de a pie, el cual lleva una década padeciendo las tribulaciones procedentes de un gobierno populista con ínfulas desmedidas basadas en un quimérico socialismo tercermundista, en el que las órdenes del generalísimo se vuelven ley sacrosanta.
La austeridad tan cacareada debería comenzar sin demora por la propia cúspide del Estado. REGRESAR |