Las elecciones del 23N marcaron un nuevo momento en el progresivo proceso de fortalecimiento de los partidos de la oposición. Lo que en 2004 apenas era un grupo regional zuliano, Un Nuevo Tiempo (UNT), adquiere ahora la contextura de una organización nacional.
Igualmente, lo que en 2004 era un partido de cuatro municipios, Primero Justicia, ahora también posee un alcance nacional. Por su parte, AD experimentó una significativa recuperación y, en menor grado, también Copei creció.
Desde luego, aunque extendidas por todo el territorio, se trata todavía de estructuras organizativas más bien precarias, muy lejos todavía, las dos últimas, de lo que alguna vez fueron, y en un disparejo proceso de expansión las dos primeras, muy concentradas en algunos sitios y mucho menos presentes en otros.
La buena noticia es que lenta pero persistentemente se está recomponiendo un sistema de partidos políticos y la antipolítica, que campeó por sus fueros durante varios años, va en franco retroceso. El país redescubre la importancia de los partidos y poco a poco se reconcilia con la idea del partido como pieza clave de la lucha política. Mirando hacia delante, es obvio que el rol protagónico de los partidos se acentuará. Además, sobre estos cimientos comienza a perfilarse un nuevo liderazgo, donde se entreveran algunas figuras de antes con muchas que han ido emergiendo en estos duros años.
Hay dos fortalezas en el conglomerado opositor. Una, la convicción de que sólo una estrategia democrática, que asuma como momentos estelares de ella la confrontación electoral, puede ser efectiva contra un gobierno autoritario, autocrático, militarista y con un fuerte sesgo neototalitario. Una actuación acorde con esa estrategia ha derrotado el pernicioso abstencionismo, que tanto daño causó en años anteriores. La segunda, la comprensión del valor de la unidad.
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