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Más allá de la contundente victoria opositora, que deja al 'chavismo duro' sin respuestas -porque es obvio que las explicaciones del Presidente ante los corresponsales aportaron más enredo que claridad, parece quedar pendiente ahora para la reflexión el tema de la unidad en las fuerzas democráticas.
Aunque son pocos los que hacen cola para mandar a la hoguera a los candidatos cuya ambición personal impidió arrebatar otras gobernaciones y alcaldías al oficialismo, este debate debe ser la asignatura pendiente para las futuras jornadas electorales, tomando en cuenta que ya Hugo Chávez envía señales de que seguirá gobernando en el ring de boxeo donde, según los analistas políticos, saca los mayores dividendos.
Vemos cómo el empeño de Julio Borges y Juan José Molina convirtieron a Primero Justicia y Podemos en odiosos rivales de Andrés Velásquez, líder indiscutible de un estado del cual fue dirigente sindical y gobernador, lo que hacía lógico tenerlo como el único candidato de la oposición. Ese gesto de confusión no se quedó en Bolívar. Benjamín Rausseo en Anzoátegui, Rafael Simón Jiménez -¡quién lo diría!- en Barinas y Reynaldo Armas -para muchos, un chavista con piel de opositor- en Guárico, podrían recibir diploma de parte del gobierno en agradecimiento por favores recibidos.
Un caso patético, el de Carabobo. Al batiburrillo de siglas anotadas para conquistar las trece alcaldías del estado, el hoy gobernador electo Salas Feo aportó su mezquindad imponiendo candidatos propios, y cometiendo -hay que decirlo- un acto de deslealtad contra los partidos que lo respaldaron para su retorno al poder. Esta estrecha visión de la política hará que el Pollo se vea obligado ahora a gobernar con 11 alcaldes chavistas, incluyendo el de la capital, Valencia.
Otras interferencias del mensaje unitario para miles de electores que están hastiados de una década de ineficacia revolucionaria fueron las candidaturas surgidas del nepotismo, ese vicio que reinventó la familia Chávez, y que tuvo en la hija del gobernador de Guárico o en la esposa del ex gobernador de Apure, José Gregorio Montilla, efectos negativos dado que, al menos en Apure, la oposición contaba con otros liderazgos.
Ese cúmulo de errores que sustituyó la oferta programática de la oposición por un abigarrado cartel que no convencía a quienes no querían votar por los candidatos impuestos por Chávez debería ser una lección para aprender. Toda elección es política, de modo que esa abusiva pretensión que desafía el sentido común y supedita los objetivos políticos a maquinarias familiares o partidistas con agenda oculta tendrá que desaparecer, antes de que surja otro Gustavo Marcano deseoso de convertir a su bienamada madre en una rutilante concejal.
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