El gobierno de Chávez ha intentado patéticamente disminuir el avance de la oposición en las recientes elecciones venezolanas de gobernadores y alcaldes. Eso es lógico porque no podíamos esperar que los chavistas celebraran su derrota. Lo que sí es cierto es que Chávez aceptó los resultados electorales, no por vocación democrática como él ladinamente quiso hacer creer, sino porque no tenía más remedio.
La ventaja de la oposición donde ganó, era contundente y el pueblo democrático estaba en la calle, dispuesto a defender su victoria.
Pero hay algo que sí nos alarma.
Se trata del emperramiento delirante de algunos sujetos de la oposición, en deslucir los triunfos del pueblo, que bien sufridos fueron, y desfigurar la imagen de los líderes democráticos del país. A estos sujetos la capacidad de análisis se les pulverizó en el resentimiento y el exhibicionismo.
La verdad es que, a pesar del más espantoso ventajismo electoral que gobierno alguno haya desplegado jamás en Venezuela, a despecho de las amenazas, inhabilitaciones y atropellos, Chávez fue derrotado en las cuatro principales entidades (Caracas, Zulia, Miranda y Carabobo) y en la mayoría de las principales alcaldías del país (además de otros dos estados: Nueva Esparta y Táchira). A partir de ahora más del cincuenta por ciento de la población va a estar gobernada por opositores al autoritarismo chavista.
O sea que Chávez, que comprometió todos sus recursos en estas elecciones, perdió de nuevo como en diciembre del 2007, lo que cada vez más le borra la imagen de portaviones de sus candidatos y le dibuja más bien la de submarino que los hunde. Con respecto a las anteriores elecciones regionales y locales, la oposición creció en un 311 por ciento.
Pero hay otros datos interesantes, por ejemplo, la derrota de los hombres de más confianza del Presidente: Diosdado Cabello en Miranda, Mario Silva en Carabobo, Aristóbulo Istúriz en Caracas y Jesse Chacón en Petare. Y el buen desempeño de sus disidentes en Lara y Barinas.
El mensaje que recibió Chávez en estos comicios es muy obvio: el pueblo venezolano se hartó de su lenguaje virulento, de su siembra de división y odios, de su empeño en imponer el modelo comunista cubano, inaceptable para nuestros compatriotas. Y sobre todo, el votante le dijo claramente a Chávez que rechaza la reelección y todo intento de continuismo.
De más está decir que hay otro mensaje muy importante en este resultado electoral, es uno dirigido no sólo a Chávez sino también a la oposición. Y es que la crisis en la cual el neocomunismo sumergió a Venezuela es tan profunda (incremento del desempleo, la pobreza, corrupción, inflación, desabastecimiento e inseguridad) que es imperativa la cooperación entre los gobiernos nacional, regionales y municipales, para enfrentarla con éxito. Los discursos de Antonio Ledezma, Capriles Radonski, Gerardo Blyde, Pérez Vivas y Morel Rodríguez, entre otros líderes electos, demuestran que con coraje y sin complejos la oposición comprendió esta realidad. Ahora se trata de que Chávez tenga una pizca de sensatez y entienda que para sobrevivir políticamente, tiene que aceptar un formato cooperativo de gobierno con la oposición.
Este avance electoral de la oposición será histórico, porque apunta a librarnos a mediano plazo de la pesadilla chavista, pacífica y democráticamente, como debe ser.
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