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Está bien, qué se le va a hacer: no queda más que aceptar esa espada de Damocles que, desde hace 10 años, pende sobre nuestras cabezas. Ojalá termine de caer. En verdad ¿qué se puede hacer ante la realidad de la crisis mundial y nuestra dependencia de la exportación petrolera? La mayoría de los venezolanos está preparada para esta crisis, en vista de que los adultos contemporáneos de este país han pasado por esa situación, dura e implacable, que trae desajustes y tormentas sociales. No olvidemos el famoso Viernes Negro. Es una lástima que el Presidente no sea un adulto sino un 'niño contemporáneo', que necesita un papá que reside en una isla en el Caribe.
La crisis ya desembarcó en Venezuela en este diciembre de 2008 que ahora hemos dejado atrás. Y lo más significativo que hemos visto de ello es el afán de adquirir todo lo inimaginable que esté en el mercado. Como bien lo observamos, años atrás, en los imprecisos días previos al infierno del Caracazo, la gente de todos los sectores (desde las urbanizaciones a los barrios) estaba cierta y definitivamente convencida de que finalizaba una época y que, como dice la canción, 'se acabó lo que se daba'.
El Gobierno tendrá que dar un golpe de timón. Pero eso no bastará porque, aún cambiando todo aquello que sea posible cambiar, su poder de control sobre la población irá mermando en la misma medida en que sus recursos económicos vayan escaseando. Sin pan no hay amor popular.
¿Qué escenario nos espera y cómo debemos afrontarlo? Con valentía y coraje, ahora que el Gobierno carece de respuestas financieras para comprar voluntades en los sectores populares.
En primer lugar nos enfrentamos a una situación inédita, porque si bien los problemas son viejos, no lo son en tanto tenemos una nueva conciencia ciudadana. Hoy esta actitud se expresa en una solidaridad continua, que se refuerza en unas tendencias cada vez más crecientes de la sociedad civil, a participar rotundamente en las decisiones políticas.
No es gratuito que las grandes concentraciones urbanas hayan apostado por un cambio, como bien lo demostraron el 23 de noviembre de 2008. Tampoco lo es que esta corriente modernizadora se traslade hacia otros estados de provincia, que crecen en su rechazo oficialista en la misma medida en que la decepción política por el socialismo del siglo XXI se va instalando en ellos, ya sea por la corrupción, el nepotismo o la exclusión partidista.
En los estados donde la modernidad es una realidad diaria y, a la vez, una aspiración creciente entre todos los estratos sociales, las proposiciones paternalistas del socialismo del Siglo XXI cercenan, y así se percibe, cualquier aspiración de ascenso social entre los jóvenes.
El hecho de que el Gobierno haya reducido a unos pocos dólares 'la asignación de dólares a precio oficial para compras y consumos en el exterior en el 2009', les indica a los jóvenes, como un golpe directo en el estómago, que Venezuela será una jaula de oro. Como en Cuba: total prohibición de viajar y escaparse.
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