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El abogado Orlando Viera-Blanco, analiza los principales hechos que han marcado durante estos diez años a la “revolución bolivariana”. Las causas que trajeron consigo, a un movimiento político que “ha montado en una ola de expectativas y popularidad sin precedentes en el país”.

Hugo Chávez Frías llega al poder en Diciembre de 1.998 montado en una ola de expectativas y popularidad sin precedentes en el país. Se promovió como un líder que acabaría con el clásico régimen bipartidista que nos gobernó desde la consolidación de la democracia en 1958.

Una misión que lucía imposible de cara a un vetusto sistema político caracterizado por la férrea complicidad y hermetismo en el ejercicio del poder (…) Diez años después, nadie puede negar que su figura ha transformado el rostro de la política venezolana.

Un frustrado golpe de Estado liderado por el TC/ HCHF (04-02-1992), abre el camino a la división de fuerzas en el seno de las FFAA Venezolanas y de la propia sociedad. Cuatro años después de ser sobreseído de un proceso por rebelión militar (1.994) y de la rúbrica del ex Presidente Rafael Caldera (opción a la cual apostó Caldera para ganar gobernabilidad de cara una FFAA divididas y envalentonadas), Chávez sale de prisión y se lanza a la carrera Presidencial, iniciando su ruta electoral con un pírrico 5% de popularidad.

Un discurso polarizante, la exaltación del talante radical del ex comandante (garantía de peso para aniquilar el antiguo régimen bipartito) y una fuerte ansiedad de orden del colectivo (factor a la medida de un perfil gendarme), hicieron de su oferta, un outsider ideal para captar las preferencias de un pueblo extenuado de pobreza, relegación e inseguridad.

Su estilo desenfadado y directo se parece muy poco al perfil más tradicional de sus antecesores. Son pocos los mandatarios que han cantado en sus alocuciones radiales y televisivas o en actos oficiales como lo ha hecho Chávez. Son pocos los que han mandado al “carajo” a sus adversarios políticos, o los que ha etiquetado de mierda a otros pueblos.

Ninguno había inmortalizado sus parlamentos con alocuciones de ocho horas de monólogo al pelo, o más de 1300 horas de cadenas en radio o Televisión. Qué decir de sus periplos, sólo comparables con los de Juan Pablo II.

Pocos han sido tan provocadores como él, tanto en relación al empresariado y la clase próspera del país como hacia los adversarios ideológicos externos, empezando por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a quien llegó a llamar “el diablo” en plena sesión de las Naciones Unidas, sin olvidar la “cálida oferta” que le hiciera a la Sra. Condoleezza Rice, como “caballero de compañía”.

Qué decir de la retahíla de insultos que le profesara al Presidente Uribe; al ex Presidente Fox de México o al Presidente del Perú, Sr. Alan García. Ningún presidente venezolano reciente había tenido un perfil internacional tan alto, que va más allá de los límites de la región latinoamericana (y más allá de los límites de la diplomacia) y alcanza lugares recónditos del mundo, en los que su discurso antiimperialista ha ganado adeptos.

Pero Chávez como hombre de pasiones, que defiende su postura contra viento y marea y contra protocolos o cartillas, es también un hombre odiado y amado, dentro y fuera de Venezuela. NO hay dudas que su bipolaridad ha consagrado el redil de la polarización. Y en esa ruta “táctica” y conductual”, por ahora, Chávez ha resultado favorecido, por haber mantenido el anclaje de sus afectos. Esto explica como después de diez años de gobierno, Chávez aun mantiene altos índices de popularidad. En efecto, al decir de Carlos A. Romero “Chávez ha establecido una relación “Líder-Masa” con al menos un 50% de los venezolanos, lo cual lo proyecta como un actor con peso específico en el proceso político venezolano.”

En lo político Chávez ha logrado una serie de transformaciones institucionales. A raíz del proceso constituyente de 1.999, Venezuela comenzó a experimentar una profunda transformación no sólo de sus estructuras de poder sino de los modos democráticos. En un primer sentido, emergieron nuevos poderes públicos como el Poder Moral y el Poder Electoral, hoy fuertemente cuestionados por su parcialismo político (además del pliegue manifiesto del Poder Judicial y la Asamblea Nacional). Igualmente surge una relación más estrecha con las FFAA, siendo que el poder es ejercido por una dualidad cívico-militar, donde lo gendarme cobra mayor fuerza.

En el plano de los modos democráticos decíamos, es elocuente el abandono de la autonomía de poderes, por lo que los compromisos políticos del resto de los poderes públicos con el Poder Ejecutivo, marca la pauta. Se calcula que un 80 % de los cargos públicos están ocupados por afectos “ideológicos” al Presidente Chávez, por lo que en el plano de la igualdad civil, la discriminación es notable.

Las libertades ciudadanas y los derechos humanos también han sufrido sensibles afectaciones. La libertad de expresión en Venezuela aunque subyace, está sujeta a fuertes cuestionamientos que nacen del propio Presidente de la República; a actos de violencia devenidos de un estado recurrente de confrontación, intolerancia y persecución política. Estudios realizados arrojan que la violencia ciudadana, el enfrentamiento permanente de los actores políticos y la intolerancia al límite, son aspectos esenciales de la agenda que preocupan al venezolano de hoy. Jamás previa a la llegada al poder del Presidente Chávez estos antivalores privilegiaron la agenda de nuestra unidad grupal.

La propiedad privada se respeta pero está en permanente amenaza. Chávez ha recurrido al denominado método “Chaz”, para “pactar” grandes extensiones de expropiación de tierra. Las invasiones a terrenos, edificios y empresas privadas, aunque han sido criticadas y censuradas por el gobierno, no han gozado de la contundencia suficiente para repelerlas. Chávez también estatizó importantes empresas del sector privado como CANTV, SIDOR, ELECTRICIDAD DE CARACAS y las Cementeras. Ello ha socavado la confianza en la inversión local llevándola al mínimo histórico de nuestra era republican (…) PDVSA pasó de ser una empresa de alto rendimiento económico a una panacea de corte socialista, convirtiéndola en una corporación depreciada en términos de ubicación en el Ranking mundial.

El Presidente Chávez se ha convertido en el Presidente Venezolano que ha aglutinado mayor poder (tanto en lo político como en lo personal) desde la “pasantía” del General Juan Vicente Gómez en el poder, exacerbando el caudillismo político, la personalización de la política y las simbologías como mecanismo utilitario de propaganda.

Lo anterior nos conduce a otro aspecto relevante de la política en la era Chavista. Es el tema iconográfico o la adopción de “modelajes” para estigmatizar y enaltecer la figura del Presidente Chávez y satanizar al adversario.

Chávez es un hombre definitivamente telegénico; un buen comunicador, que ha asumido un discurso errático, desenfadado y displicente, que contrasta con el lenguaje coloquial, asimilable y campechano que aterriza bien en sus seguidores.

Canta e insulta, se enfada y lanza un chiste; carga y descarga; anuncia sus cambios de gabinetes al golpe de una anécdota estomacal; incluso lanza tubazos sobre políticas de Estado y decisiones cruciales, en medio del delirio de una cadena, una arenga o de un Aló Presidente, sin que ello sea óbice para atajar sus gazapos al día siguiente (…), tal como tuvo que agazapar sus reprendas hacia al FMI o el BM, cuando alguien le “alertó” que atacar aquellas instituciones, podría colocar al país en situación de precariedad crediticia…Más nunca las incriminó.

La postura ideológica del gobierno del Presidente Chávez, según su decir, es de corte socialista, y la yuxtapone con el ideal Bolivariano, al punto de identificar el pensamiento del Libertador cómo de inspiración socialista (aun cuando Bolívar no lo concebía). Comprendemos que Chávez se hace de la figura de Simón Bolívar no sólo en un aspecto épico o ideológico, sino también en un sentido mesiánico. Trata de emular las campañas libertarias del padre de la patria, con los afanes de integración, influencia y asistencia a los países de la sub-región latinoamericana; así como “justificar” su estilo belicoso y combativo- por librar contiendas electorales bajo el esquema de enemigos en batalla- (a quienes hay que pulverizar desenvainando la espada y lanzarle los tanques), como si se tratara de una disputa de tono “independentista y fundacional”.

Hemos vivido diez largos años de simbologías, personalismo épico y violencia teñida de fanatismos de aspiración histórica y revolucionaria, que han ocasionado una sensible mutación en nuestra cultura de la paz, esto es, la división y la violencia como factor de resistencia ciudadana, táctica de poder y antivalores de convivencia. Los eventos relacionados con el 11-A 2002, y el paro petrolero (2003), marcaron la polarización y la violencia como factores de lucha de poder. Aun esas cicatrices no han sanado, por lo cual la desconfianza grupal del venezolano y las brechas ideológicas o referenciales de los bandos en disputa, se mantiene elevada.
En el plano de logros o beneficios, debemos hacer algunas distinciones

Seguidores del Presidente reconocen ciertas obras como la continuación del metro, el ferrocarril, centros de asistencia médica-ambulatoria y especializada (centros de diálisis, de cardiología infantil como el hospital de Montalbán; de resonancias magnéticas, de rehabilitación); recuperación y construcción de nuevas escuelas bolivarianas; mejoramiento y construcción de redes viales y otras infraestructuras como el puente sobre el Orinoco, la remodelación del aeropuerto o el viaducto Caracas la Guaira. Sin embargo, en un aspecto crítico no se aprecia proporcionalidad entre los ingresos devengados en el decenio (más de 850.000 Millones de dólares) y los índices de gestión pública.

En materia de políticas públicas son significativas las denominadas misiones y las redes ambulatorias barrio adentro, así como los comedores populares, lo cual contrasta con el abandono de políticas estructurales de mantenimiento de Hospitales, vialidad; deterioro ornamental, precariedad de instalaciones educativas y bajo nivel de nuevas obras de infraestructura.
La implementación de políticas asistenciales aunadas a programas becarios y nuevos esquemas de escolaridad universitaria y de rango técnico, más planes de adjudicación de tierras y vivienda; micro-créditos; micro-empresas; integraciones cooperativistas, regímenes especiales pesqueros, acuíferos; afectación de zonas de reserva, zonas indígenas; más expropiaciones y estatizaciones, es lo que ha hecho del gobierno del Presidente Chávez un gobierno de corte clientelar, populista y estatista.

A pesar de haber cimentado su gestión pública bajo el esquema de reparto y rentismo petrolero (generando un desbocado gasto público conductor de una economía de puerto, dependiente y de consumo, en contravía a una economía productiva, autotutelada y diversificada), los resultados obtenidos en estudios cualitativos arrojan que el Presidente Chávez es un hombre percibido por sus afectos como redentor, como un líder que ha rescatado el sentido de afectuosidad e inclusión social de las clases populares.

Es importante destacar que los segmentos de preferencia al Presidente Chávez registran poca dispocisión de abandono de su lealtad por el Presidente, aun siendo éste ineficiente en los aspectos más críticos, como inseguridad, economía, violencia o calidad de vida. En contrapartida hay que destacar la poca disposición del Venezolano no-chavista y condición económica favorable, de restarle a Chávez la percepción de héroe, de redentor, por ser poco proclive a lo contributivo. También se destaca la indefensión aprendida y la poca o nula disposición de articulación (bajo nivel de capital social) para combatir la inseguridad, el rechazo y la segregación de manera mancomunada.

Chávez ha venido asumiendo el mando bajo un estilo cada vez más militarista. Se uniforma, gira instrucciones bajo esquemas de superioridad gendarme; organiza sus campañas bajo un estilo táctico militar; transforma al adversario político en enemigo a vencer, y sus militantes son verdaderos soldados y milicianos de la causa revolucionaria. Luego hemos vivido en un cocktail de militarismo, civilismo e insurgencia urbana proclive a defender la revolución, donde la democracia, es más una referencia electoral que un sistema de gobierno. Y en el esquema militarista, se ha permutado la condición de ciudadano por la de miliciano, por lo cual quien no está con el proceso, no está con la patria.

En el plano de Política Exterior si bien el gobierno del Presidente Chávez ha apostado a nuevas alianzas de orden geopolítico y comercial (Irán, Bielorrusia, China, Cuba, Rusia, Brasil, Bolivia, Nicaragua) no se observa en el plano de Balanza Comercial que tales asociaciones hayan favorecido a Venezuela. Por el contrario se registra un fuerte gasto público en materia de armamento (Rusia, Bielorrusia), aporte petrolero (Cuba), energético (Brasil) e instalación de plantas y refinerías de procesamiento de crudo (en Cuba, Brasil, Nicaragua, Ecuador y Bolivia). Incluso Venezuela ha expresado su intención de incorporarse al programa de energía nuclear desarrollado por Irán.

También ha sido significativo el elevado gasto contributivo de Venezuela a países de la sub-región latina y del caribe, no sólo por la vía del subsidio directo en remesas de dinero, sino a través del aporte petrolero. La salida de Venezuela de la CAN, pone en relieve el capricho Vs. La conveniencia real o el interés de integración efectiva. La no incorporación de Venezuela (en cola) a MERCOSUR, pone de manifiesto que no tenemos las puertas tan abiertas a esa comunidad como lo sugiere la cercanía con dos de sus principales socios, Argentina y Brasil.

En el plano multilateral, la política exterior de Venezuela ha sido más agresiva en relación con la agenda de las Naciones Unidas. Venezuela se opuso a la operación militar de la OTAN en Kosovo, votó en contra del informe condenatorio del estado de los derechos humanos en Cuba, China e Irak, presentado en Ginebra y ha promovido la tesis de la democracia participativa en la OEA. En cuanto al plano de integración, ven el gobierno de Venezuela es observado en la Comunidad Andina como un gobierno proteccionista al restringir la integración del transporte colombo-venezolano, al restringir las cuotas de importación de productos agrícolas de Colombia, Perú y Ecuador y al restringir las conversaciones con Brasil sobre un acuerdo de libre comercio con MERCOSUR.

La oposición política se ha caracterizado por atrincherarse en lo mediático y asumir frente a la polarización (terreno en el cual Chávez es ganancial), actitudes críticas al gobierno sin aportar soluciones o planes alternativos de contraste al esquema estatizante y programático del gobierno. Ello ha impedido la confluencia afectiva o el flujo de preferencias, por lo cual después de diez años de gobierno, amén de fuertes descontentos, alarmantes índices de inseguridad, deterioro económico y de la calidad de vida (vialidad, hábitat, transporte, salud, educación), la oposición se encuentra estancada no sólo en su capacidad de captar afectos, sino de generar ofertas y consensos eficientes, para lograr nuevos espacios políticos.

Preocupa particularmente la salida al ruedo político del movimiento estudiantil, que a pesar de su frescura, poder originario y legitimidad causal, comienza a caer en la diatriba de la confrontación política y el juego mediático. Estos caracteres han desacreditado al movimiento estudiantil con relación a los sectores pro-Chávez (quienes reconocían sus postulados) con lo cual se pierde la posibilidad de pulsar saltos de preferencia. Igualmente han caído en el terreno de la contienda de calle, lo cual neutraliza a sus seguidores quienes se sienten angustiados por lo que pueda ocurrirles. Esta ha sido una de las características del Gobierno: provocar y propiciar los escenarios de violencia y enfrentamiento para procurar inmovilización, desacreditación y allanamiento del contrario.

De tal modo que uno de los aspectos más críticos de la era Chávez ha sido definitivamente, la capacidad de su gobierno para producir la fractura de la sociedad venezolana, una sociedad que no conocía por mucho, de confrontaciones civiles, divisionismos ideológicos o contraflujos impregnados de odios, en razón de lo étnico, la lucha de clases, la discriminación política o la exclusión social.

En este sentido somos hoy una sociedad invadida de resentimientos, violencia y desprecio, donde valores tradicionales de gentilicio, tolerancia e incluso, laboriosidad, han quedado subyugados por el oportunismo político.

La corrupción incontenible es otro aspecto crítico de la era Chávez. Casos de concusión, tráfico de influencia, apropiación indebida, peculado, peculado de uso, desviación de fondos públicos, son grotescamente engavetados o eximidos de investigación y sanción, cuando se trata de delitos contra la cosa pública ejecutados por funcionarios u operadores afectos al “proceso”. La impunidad ha sido manifiesta y la parcialidad de los órganos de justicia y de control, ha sido no sólo palmaria, sino devastadora para las cuentas públicas.

La muerte de la democracia representativa y la implementación por la vía legislativa de un nuevo orden estatal, centralista, presidencialista, comunero, militarista, socialista y policial, ha venido haciendo del Estado Venezolano un Estado Gendarme, personalista y jerárquico, sujeto a la voluntad del Presidente de la República, por lo cual la democracia se reduce al aislamiento, auto-neutralización/neutralización e inmovilización de quienes le adversan; supervivencia bajo un esquema todos contra todos (anárquico,) y al privilegio selectivo, de los afectos al gobierno.

No se aprecia un sistema de justicia imparcial e eficiente. Igualmente la actividad legislativa hoy podemos decir, se reduce, a “aplaudir” al Presidente, y legislar o promulgar, lo ordenado por Miraflores.
Finalmente debemos destacar el aspecto electoral

Durante el período Presidencial del Presiente Chávez hemos transitado por 12 eventos electorales de diferente naturaleza. Podría pensarse que ello es demostrativo de un elevado contenido democrático. Sin embargo todos los eventos se han caracterizado por dos particularidades:

En un sentido, la fuerte influencia del Presidente de la República en la conducción de sus campañas (al extremo de dirigirlas), por lo cual recurre con desparpajo al uso de la investidura presidencial en tales procesos, amén de los recursos del Estado, los bienes del Estado (avión presidencial, televisoras y estaciones radiales del Estado, instalaciones del Estado, espacios del Estado) al servicio prácticamente exclusivo, del “objetivo electoral”

Que decir del tiempo hábil de los funcionarios públicos, puestos al servicio de la causa revolucionaria. También cabe censurar la conducta del CNE por parcializada y ganada a la voluntad del ejecutivo….La Presidenta del CNE ha llegado al punto de defender en cadena, la viabilidad del “referéndum aprobatorio”, dando por interés aprobatorio, un evento en víspera de serlo o no.

La entrega de la Asamblea Nacional y el CNE en el proceso de satisfacer el capricho del Presidente de la república, es igualmente visible, esto es, en la activación de referéndum para la enmienda, saltando los tiempos establecidos por la ley, descartando la depuración y expansión del REP (inclusión de nuevos votantes); validando un evento manifiestamente inconstitucional y expresando incluso simpatías por una determinada opción.

El silencio y la falta de objetividad por el TSJ, es también demostrativo del estado de cooptación/penetración y cooperación política de los poderes públicos.

En conclusión estamos en presencia de un giro social y político histórico que está provocando graves trastornos a nuestra composición cultural y conductual, como un país pacífico, democrático, libertario y unido.

Después de diez años de gobierno, lo grave es que el Presidente Chávez, asistido de un fuerte asistencialismo e ingentes sumas de dinero, ha logrado inducir a un grupo de Venezolanos, que el sistema de gobierno y sobretodo, el estilo de mando y de convivencia que él propone, es la mejor opción…siendo él la única y mejor alternativa de liderazgo.

Del otro lado de la cera, en la disidencia impera la división y la anteposición de intereses particulares. No se trabaja en una nueva alternativa de país, y menos se rescata la política de base. Los sistemas de eficiencia en términos de captación de nuevos afectos no dependen de una nueva oferta política de los factores de oposición, sino del descontento contra Chávez.

Este esquema es débil para ganar espacios. Hay carencia de creatividad política, pero también de voluntad para articular contingencias de movilización y vigilancia de voto. Hay una ruptura visible entre las organizaciones partidistas, y de estos con la sociedad civil y los movimientos sociales y ONG’S. Los estudiantes están siendo utilizados por partidos y medios. Sin embargo comienza a producirse un efecto adverso en los alcances del movimiento estudiantil.

Nos hemos convertido en un país más monoproductor, presidencialista, dependiente, violento e ineficiente en términos de darle solución a la pobreza, la inseguridad y los problemas cotidianos de nuestra agenda. Somos hoy una sociedad al límite de la contienda política recurrente, ansiosa y fatigada. Sin embargo subyacen valores atávicos y ancestrales, que nutren la irreverencia natural de la venezolanidad y que serán el muro de contención para no caer en el absolutismo que perfila un gobierno de corte unipersonal.

Eso lo demuestra el sentir del los propios afectos al Chavismo, quienes a fin de cuentan no basan sus preferencias en razones ideológicas sino en conveniencias materiales y adjudicatorias. Interesante lo que alguna vez le escuché decir a un Chavista radical: “Chávez no se va cuando lo quieran sus adversarios, sino cuando el pueblo se de cuenta que de seguir él, su desorden no traerá ni techo, ni comida ni paz.”

El tema reelección no pasa por evaluar la perpetuidad como antivalor. Pasa por destacar la anarquía como obstáculo para lograr estabilidad y la mayor suma de felicidad posible. Es a ello a lo que le temen las clases populares, a la inestabilidad devenida del continuismo privilegiado.

Chávez no será evaluado en el referéndum como gerente ni como generador de gobernabilidad, sino como un factor de continuidad anticipada, que por lo pronto, rinde beneficios a sus afectos, o a lo menos, les hace trabajar por él (milicias) porque sienten que seguirán siendo protegidos por Chávez.

Sin embargo, la reelección viable que resulte de un evento aprobatorio hoy, no garantiza que será un valor sustentable mañana. El colectivo hará depender esa continuidad de una percepción de orden y convivencia, donde trabajar y comer, es posible. Y en este objetivo (de percepción de estabilidad), descansa el estado de la cuestión.

Después de 10 años de Gobierno, quizás no sea el principio del fin, pero si el fin del inicio de un profundo proceso revisión crítica en ciernes que aun no se ha producido en el seno de la ecuación Líder-masas, y que se hará más elocuente con la caída de los ingresos y de los fondos de reparto.

Lo que si queda claro es que una cosa es gobernar asistido de inmensos caudales de ingreso petrolero, que han sido definitorios en el proceso de compra de consciencias, amistades hemisféricas y de pliegues utilitarios, y otra cosa es gobernar con escasos recursos, sin autoridad ética y sin herramientas de ilusión.

Creemos que Venezuela ha sido sometida a un intenso espejismo de bienestar e igualitarismo, desasistida de las bases productivas y de las reservas morales para asegurar la estabilidad del sistema propuesto y la lealtad de sus seguidores.

Un socialismo de champagne y de caviar, cuya embriaguez y gula, pronto desatarán las consecuencias de la borrachera revolucionaria. Y esas consecuencias no son otras que la ineficiencia en la solución de las demandas sociales, cuyas masas pronto cobrarán con creces,el “vuelto” que otros se quedaron, en medio del bacanal de las vacas gordas.

10 años de excesiva intemperancia, odios y división, que no resisten como dividendo, un final a sombrerazos. REGRESAR


Fecha publicada: 02/02/2009
Fuente: Noticias 24
Tema: politica
Tags: 10 aniversario de la revolución


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