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La bochornosa profanación de la sinagoga de Maripérez precedida de los virulentos ataques y vejaciones a los que ha sido sometida la comunidad hebrea en Venezuela pesará vergonzosamente en la conciencia de la nación venezolana si no es repudiada enérgicamente por todos los segmentos de nuestra sociedad. Entendamos que esta agresión constituye un horrible disparo a quemarropa contra todos los venezolanos, independientemente de nuestro credo o falta de credo religioso, del bando favorecido por nuestras opiniones individuales en los trágicos conflictos del Medio Oriente o de nuestras simpatías políticas. Esta agresión debe de servir como una sirena de alerta, no para que vayamos a escondernos en nuestros refugios, sino para que enfrentemos la realidad, defendamos activamente nuestros valores y libertades y no nos dejemos abrazar por una degradante doble moral. ¿O es que acaso los venezolanos no quisiéramos ver castigados a los vándalos y colaboracionistas que enriquecen sus bolsillos a costa del dolor ajeno? El creer que solo nuestros compatriotas judíos son los únicos dolientes de la barbárica profanación de su centro de culto es ingenuo & la pasividad nos resultará costosa y terminaremos pagando muy caro un cómplice e ignorante silencio. Si ante estos hechos la sociedad venezolana no reacciona con firmeza sobreponiéndose al acomodamiento y al virus del terror, estará socavando sus propias bases morales. En Venezuela hemos aprendido a vivir con libertad de culto. No son pocos los inmigrantes que hicieron suyos nuestro país atraídos precisamente por esa libertad que en sus tierras natales se había tornado en persecución. Nadie tiene por qué profesar su fe con temor. Esta afirmación trasciende las posturas y afiliaciones políticas, se trata, parafraseando a Martí, de preservar el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a vivir sin hipocresía.
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| Fecha publicada: 07/02/2009 Fuente: El Universal Tema: politica Tags: Judios en Venezuela
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