| El pasado lunes 2 de febrero el presidente Hugo Chávez cumplió 10 años de Gobierno y de repente, de manera improvisada, decretó ese día como no laborable. El país se enteró de la decisión presidencial apenas unas horas antes, el domingo en la tarde. Fue algo así como a quien en ocasión de un onomástico se le ocurre compartir una fiesta sorpresa con sus amigos. La diferencia es que la ocurrencia del jefe de Estado tuvo un costo muy alto y no todos, por no decir la mayoría del país, estuvieron de acuerdo con la idea de asistir a ese 'bonche'. Sirva como ejemplo el sector productivo tan golpeado durante esta década con controles, supervisiones, confiscaciones, estatificaciones, cierres que, según los primeros cálculos, perdió más de 137 millones de bolívares fuertes por la paralización del país ese día. A ello hay que agregar el cariz represivo que adquirió la medida con efectivos de la Guardia Nacional que le obligaron a bajar las santamarías hasta a las farmacias. Ese lunes de celebración a juro, a la fuerza, más que una nueva fecha patria se convirtió en otra muestra del autoritarismo y la megalomanía que nos inunda REGRESAR |
