El objetivo principal de las instituciones culturales parece haber cambiado con mayor acento en los últimos 30 días. Por ejemplo, el Museo de Bellas Artes (MBA), cuya misión principal es fomentar los valores estéticos y artísticos universales o el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), que tiene como pilar fundamental la investigación, han dedicado parte de su programación y de su tiempo en apoyar -sin ambages- la enmienda propuesta por el presidente Hugo Chávez.
Desde el 10 de febrero, el Celarg ofrece entre sus actividades en el Hall Principal la exhibición Sí es una exposición. El humor gráfico apoya la enmienda constitucional. En la gacetilla de prensa se lee acerca de la necesidad de apoyar la enmienda constitucional: 'Significa comprender que el pueblo es sujeto político capaz de elegir sus gobernantes por reelección y en ese sentido, el referéndum (...) profundiza la democracia y fortalece la capacidad de decisión del poder popular'.
Lo mismo ocurre en la Casa del Artista, donde se está realizando, desde el 2 de febrero, un ciclo de conversatorios sobre la enmienda, al igual que en el Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes).
El Museo de Ciencias no sólo exhibe animales disecados, allí también se han abocado a respaldar la propuesta con foros como La enmienda desde la perspectiva de los medios alternativosy los estudiantes revolucionarios. Mientras que en el MBA se realizó, el pasado 21 de enero, el encuentro Propuesta de enmienda constitucional. Hacia la continuidad de los programas del Gobierno nacional, con invitados africanos en el panel.
El objetivo: la coacción Se trata, como lo afirma el sociólogo de la Universidad Central de Venezuela, Amalio Belmonte, de la utilización sin tapujos de la llamada hegemonía cultural. Esa que desde hace algunos años proclamaron como bandera revolucionaria Andrés Izarra y Farruco Sesto.
'Están influyendo en la valoración de la cultura. Lo que buscan es coaccionar a la gente. Torcer o influir la votación. ¡Quieren agotarnos! No conciben el cine, el teatro o las exposiciones plurales. No desean que en esos campos se produzca ninguna confrontación democrática. Por eso tienen copadas las instituciones', afirma Belmonte.
Incluso, el uso de los entes culturales para hacer propaganda política puede ir más allá. Así lo afirma Marcos Purroy, dramaturgo cuya pieza teatral Hollywood Style, fue censurada por el Celarg.
'Se trata de una orden. De una obligación que deben de cumplir los trabajadores de la cultura; si no, son botados. Sé de muchos que no están de acuerdo con esta política. Esto es un acto desesperado por parte del Gobierno, que ha intentado copiar modelos de dictaduras extranjeras, que necesitaron vivir de la propaganda. Lo que hacen es ensuciar los espacios culturales o ahuyentar al público. Las personas que buscan cultura no van a ver una exposición porque el artista sea chavista o no. Da igual la tendencia, lo que importa es la obra o el trabajo'.
Sobre el tema fue consultado el director del Celarg, Roberto Hernández Montoya. Pero prefirió guardar silencio. No quiso pronunciarse sobre los foros, conversatorios y exposiciones que se realizan a diario a favor de la enmienda constitucional: 'No tengo nada que decir'.
Pero no fue el único. Al foro Visión jurídica y reflexión cultural, realizado el pasado 4 de febrero en el Iartes, se dieron cita los viceministros de la Cultura para el Desarrollo Humano, Iván Padilla Bravo y de Identidad y Diversidad Cultural, José Manuel Rodríguez. Este último, al preguntarle sobre lo que se había planteado en el encuentro decidió ahorrarse sus comentarios pues 'no sabía la utilización que se le daría a sus palabras'.
Sin embargo, una fuente, que prefirió no ser identificada, confesó que en el foro se refirieron a la necesidad de 'aprobar la enmienda constitucional para que la cultura pudiera avanzar'.
'Debemos recordar cómo hace algún tiempo hablaban de una hegemonía cultural. Es decir, hacer de la cultura y de la educación un aparato ideológico. ¿Quién no recuerda lo que pasó con la actriz Fabiola Colmenares? El Gobierno no podía permitir que creadores que no estuvieran a favor de la revolución fueran financiados con dinero público. ¡Es un sistema sectario! Y así pasa con el Ateneo'.
Pero lo más peligroso es el uso abierto y sin respeto de las instituciones para hacer campaña a favor de la reelección indefinida. Así lo cree el sociólogo Rafael Briceño Brito.
'Hoy existe un nivel de desvergüenza nunca antes visto. No ocultan su actuación ni el desparpajo que hacen con la cultura. Todas las leyes castigan esas acciones. Pero aquí no se hace nada para evitarlo. Buscan someternos. Algunos seguirán las órdenes, otros no. Simplemente, la toma de las instituciones es una señal más de que estamos perdiendo la democracia'. REGRESAR |
