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No dejo de reconocer que el Presidente sorprendió a muchos el pasado 21 de marzo, sobre todo a quienes pensamos que en esa oportunidad se despacharía de un solo golpe la respuesta oficial a la profunda crisis que ahora estamos viviendo en el país. Pues no, el Gobierno decidió hacerlo de otra manera, no jugar todas las cartas ese día y anunciar la primera dosis de un paquete de medidas ante un conjunto de problemas que por cierto, de un modo alienado y tramposo, es atribuido por el régimen a la sola influencia del imperio norteamericano y el capitalismo internacional. Así, frente a la actual crisis nacional que hoy de manera cínica e irresponsable se le quiere desvincular de los efectos de la falta de gobernabilidad que hemos padecido en estos últimos diez años, en la engolada voz presidencial se escuchó la decisión de proceder a un elevado incremento del endeudamiento interno y al aumento del IVA, sin apelar por ahora al aumento de los precios de la gasolina y a la devaluación oficial de nuestra moneda para llenar el gran hueco fiscal que tenemos en estos momentos. Esas dos primeras medidas preocupan y molestan mucho por cuanto, por un lado, con ese mayor endeudamiento se compromete aún más el futuro del país por la vía de la emisión gubernamental de bonos de la deuda pública que adquirirían las entidades bancarias con dinero de los ahorristas; y por el otro, con el incremento del citado impuesto se mermarán los ingresos de los venezolanos y disminuirá más la capacidad adquisitiva de éstos. El malestar es más grande cuando recordamos que este Gobierno ha contado, como ningún otro en nuestra historia, con cuantiosos recursos que ha dilapidado con el mayor descaro e impunidad, y al escuchar al Presidente pidiendo ahora hipócritamente austeridad a funcionarios de otros poderes que han sido sus más fieles alcahuetes. REGRESAR |
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