Chávez no abandona su vesánica obsesión de reinar en solitario. Siempre ha sido su objetivo final, tanto dentro del PSUV como en el país. A estos efectos ha diseñado un perverso y meticuloso plan ejecutado con rigurosidad, tenacidad y disciplina. Utiliza diferentes métodos según las circunstancias. Cuando se trata de sus 'devotos' seguidores, los lanza a los leones para que se defiendan a mordiscos...
Claro, una vez derrotados, los recoge desgastados, ninguneados, cabizbajos, sin fuelle ante el pueblo chavista, y les ofrece como premio de consolación un cambur en el Ejecutivo o en el partido. De esta manera todo lo que son se lo deben únicamente a su 'magnanimidad'. Dispone de ellos, cual marionetas desechables, a su real antojo. Así se bate el cobre en el chavismo...
Diosdado Cabello y el negro Aristóbulo forman parte del muestrario más reciente.
En el terreno de la oposición la cosa es distinta: los procedimientos han ido variando.
Ya quedaron atrás los tiempos en que su altísima popularidad lo resolvía todo, sin resquebrajar las reglas democráticas. Bastaba con una descalificación populachera. Salas Römer inauguró la seguidilla, cuando al mandamás de Sabaneta se le ocurrió el mote de Frijolito, luego convertido en Frijolito I, II, III, etc.. En esas garras también cayó el tristemente célebre Arias Cárdenas (posteriormente humillado, relegado a un cargo de segunda categoría en la Cancillería). A la sazón, eso bastaba para ridiculizar, desacreditar al adversario político. Cualquiera que asomara la cabeza corría la misma suerte.
Sin embargo, el fervor popular disminuiría sostenidamente, hasta llegar al 2 de diciembre de 2007 y el 27 de noviembre de 2008. Hitos que marcaron una inflexión en el proceder del líder de la revolución. Las dos derrotas consecutivas lo zarandearon, lo desquiciaron. Un cambio opresor ocurriría en quien siempre mimaba al 'soberano' (como gustaba llamar al pueblo) a la hora de dirimir cualquier disputa por el poder. Al menos esas fueron las enseñanzas de su tutor de entonces, Norberto Ceresole, quien desarrolló la ecuación caudillo-ejércitopueblo. Democracia plebiscitaria al mejor estilo del nacional-socialismo hitleriano. Después de las elecciones regionales, Chávez metabolizó que era imposible mantenerse apegado a las formalidades de la democracia republicana.
Irritado, intranquilo, inseguro de su destino, decidió darle un palo a la lámpara.
Dar un salto cualitativo, a objeto de seguir aferrado a la Presidencia de la República, sin las molestias causadas por la necesidad de competir en buena lid por el favor de la gente. Con razón había construido -comprando obediencias-, durante estos diez largos años, la telaraña que mantiene atrapadas a todas las instituciones del Estado venezolano. Había llegado el momento de apelar a la Asamblea Nacional (para amañar leyes a su favor), al Tribunal Supremo de Justicia (para blindar jurídicamente cualquier adefesio legislativo y frenar las iniciativas en su contra), a la Contraloría General de la República (para inhabilitar a destacados líderes de la oposición) y a la Fiscalía General (para criminalizar la disidencia y 'encanar' a contrincantes de peso que le hicieran sombra). Las víctimas más resaltantes (hay muchas más): Manuel Rosales, Leopoldo López...
Cuando veas arder las barbas de tu vecino, pon las tuyas en remojo. Por ahora, se acabó la competencia democrática
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