La crisis mundial no ha hecho una excepción con Venezuela. Pero allí castiga en forma distinta que en otros países latinoamericanos. A ellos los golpea a través de la configuración neoliberal que habían adoptado para su economía. En cambio, en Venezuela, son las estructuras del capitalismo de estado las que están demostrando también su fracaso. Esto tiene varios aspectos. En primer lugar, el 'nacionalismo del siglo XXI' -como mejor correspondería denominar a la experiencia venezolana- , no modificó el carácter monoproductor de hidrocarburos que tiene Venezuela en la economía mundial. No ha cambiado en lo esencial el esquema que viene desde hace casi un siglo: producir petróleo y otras materias primas (aluminio, hierro, etc.) para exportar y comprar el resto (incluso gran parte de los alimentos) en el mercado mundial. Venezuela sube y baja con los precios petroleros, con consecuencias terribles: los ingresos del país y del estado dependen de ellos. En julio de 2008, el barril de 'ligth' en Nueva York se cotizaba a casi 150 dólares. Hoy está a 56 y antes llegó a caer hasta casi la mitad de esa cifra. ¿Dónde están los reales? Pero, en segundo lugar, este grave problema no lo enfrenta un gobierno ni un estado realmente socialistas. Por ejemplo, nadie puede explicar seriamente adónde fueron a parar los fenomenales ingresos que tuvieron el estado y PDVSA cuando el petróleo estaba a 150 dólares. Y además, increíblemente, PDVSA y otras empresas nacionalizadas están hoy con graves problemas de pagos. En esa situación, el gobierno puso en marcha un 'plan anticrisis', basado en endeudar al estado y sobre todo descargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores, con medidas reaccionarias como aumentar el IVA, posponer la firma de contratos colectivos de trabajo, congelar de hecho los salarios mientras la inflación es galopante, etc. Esto nos lleva al centro del problema: el 'socialismo del siglo XXI' ha engordado ante todo a un sector de empresarios; es decir, a los llamados 'boliburgueses' o 'empresarios bolivarianos'. ¿Y los trabajadores? Al mismo tiempo se rechaza todo control democrático de los trabajadores y sectores populares sobre las empresas estatizadas y el aparato del estado. Esto permite una corrupción fenomenal y el consiguiente enriquecimiento fabuloso de sectores empresarios. En verdad, esto no es nuevo. Desde hace un siglo, casi todas las grandes fortunas de Venezuela se han amasado vía la apropiación de la renta petrolera administrada por el estado, apodado como la 'gran teta'. Lo grave es que el 'socialismo del siglo XXI' no ha cambiado este mecanismo, sino sólo los empresarios que se prenden a ella. Pero la ausencia de control democrático de los trabajadores tiene otras consecuencias no menos graves: el funcionamiento de la empresas estatizadas es un desastre. A dos años de creado por decreto la Corporación Eléctrica Socialista, la situación en el sector está peor, los cambios que ha habido es para crear más burocracia, vicepresidentes, directores y gerentes. [...] colocándolos por encima de los que ya existían y cada quien viene con altísimos salarios, con viáticos y por supuesto, buscando oficinas lujosas, carros de lujo, etc., pero los problemas fundamentales no han sido resueltos.' Por último, con la crisis se combina otro factor fundamental aunque no 'económico': el movimiento obrero viene dando batallas importantes, muchas veces encabezadas por sectores independientes que la burocracia chavista y el gobierno no logran aún controlar ni someter. ✍ Claudio Testa www.socialismo y barbarie.org
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