No queda otra salida que reír a carcajadas cuando el Gobierno vuelve a dar instrucciones a sus subalternos en la Asamblea Nacional para que abran una averiguación sobre 'un nuevo plan magnicida' y, poco después, el director del organismo policial Cicpc (valga decir, la decente y añorada PTJ) revela que en esta renovada y cómica pantomima 'está involucrado un militar retirado'.
Los medios de comunicación recogen, no sin cierto regocijo y sentido del humor, que el Cicpc (fíjense como estas siglas se parecen al nombre de uno de los enemigos de Superman) y su flamante director, Wilmer Flores, le dice con desparpajo a la prensa: 'Estamos trabajando para llegar a aquellos grupos que intenten o crean que puedan llevar a cabo un magnicidio. Estamos neutralizando a estas personas'.
Desde otro puntos de vista (de venezolanos más o menos serios y también guasones y mamadores de gallo), ese sagaz y detectivesco 'paso adelante' de la policía bolivariana para neutralizar a los magnicidas es considerado en los sitios de conversación, como una frase muy propia del inspector Clouseau, el de la Pantera de Rosa. Pero tratándose de la Venezuela de hoy, habría que llamarlo la Pantera Roja rojita.
El comisario Flores (flowers, diría el Imperio) no se atreve a identificar a los sospechosos, pero como un cauteloso jefe civil andino, de la época del general Gómez, advierte que tiene de su lado 'inteligencia social, inteligencia de ese pueblo soberano que está en esta lucha para proteger a nuestro Presidente que fue legalmente elegido por un pueblo'. Si es así, y si el pueblo está haciendo el trabajo policial, tenemos el derecho de pensar que el Cicpc está sobrando y que se puede reducir la plantilla de sus empleados, en vista de la caída del precio del petróleo. Ese sí sería un caso policial con bombas lacrimógenas y 'gas del bueno' de parte de la víctima del magnicidio.
En todo caso, Flowers, perdón, Flores, no actúa por su cuenta y riesgo. Obedece a un plan antimagnicida que se activa cada vez que, desde Miraflores, se avizoran problemas sociales y políticos.
Se trata de una estrategia de propaganda que se ubica y se desarrolla en los momentos claves de la crispación social venezolana. Su intención se dirige a desenfocar en la gente los problemas verdaderos y sustituirlos por otros imaginados y controlados por los aparatos de inteligencia cubanos.
Desde luego eso es parte del folklore bolivariano, que nunca coloca su rumbo a la verdad sino a la mentira y el engaño. Basta ver cómo el diputado oficialista Mario Isea (otra Pantera Rosa), según las agencias internacionales, 'reprodujo en la plenaria de la Asamblea Nacional una llamada telefónica del militar Rafael Huizi. Según este parlamentario, Huizi revelaba sus intenciones de derrocar el gobierno de Chávez'. Vale recordar que Huizi hace años que no comanda tropas pues está retirado.
Ya los magnicidios han quedado para los Pantera Rosa: turuntutún, tún, tún... ¡Carcajadas o muerte! ¡Viva el heroico comandante Pantera Roja Rojita!
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