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El objetivo de silenciar a los medios opositores no es nuevo
Al comandante de la República Bolivariana Neocomunista del siglo XXI (y del XXII si le es posible), cada día lo perturban más las ideas y opiniones diferentes, la voz del pueblo. El ruido de esas palabras críticas se le ha hecho insoportable, le empañan su sueño revolucionario, no le dejan concentrarse en su suprema tarea de desmantelar el Estado democrático en Venezuela y en los países vecinos que lo dejen. De modo que chito, chitón para todo el mundo. De esta orden imperial no se salva nadie. Ni siquiera los intelectuales venezolanos y extranjeros chavistas del Centro Internacional Miranda cuyos tenues cuestionamientos al proceso revolucionario y al 'hiperliderazgo' de Chávez (politólogo pro-chavista Juan Carlos Monedero dixit) -rápidamente enmendados por el escritor Luis Brito García-, merecieron un fuerte regaño presidencial por su Aló Presidente del 07-06-09. A esta reprimenda pública le siguió un llamado a 'ponerse a trabajar y no a hablar paja' de parte del canciller Nicolás Maduro. Pero la orden de silencio es especialmente para todo medio de comunicación social que difunda ideas y opiniones disidentes, que se atreva a defender los artículos constitucionales que consagran el derecho a la información. El objetivo de silenciar a los medios opositores no es nuevo. Desde hace años, forma parte del Mapa Estratégico gubernamental, del 'nuevo modelo comunicacional' del Ministerio de Comunicación e Información. Se trata, en fin, del antiguo y constante objetivo de Hugo Chávez de lograr una hegemonía comunicacional en Venezuela. Con ella pretende frenar el creciente descontento doméstico y que no salga al mundo la verdad de lo que pasa en el país, de lo que él hace aquí y en otras partes del mundo (labores poco santas, por cierto). De modo que al reciente cierre de 34 emisoras radiales privadas, poco a poco se irán sumando el resto de los medios radioeléctricos y de prensa opositores. No hay más atenuantes, ni concesiones. ¡Todos deben callar ya! Lo que no quiere entender el Presidente es que ni siquiera hay silencio en los cementerios, que hasta las piedras hablan. Y que el silencio puede ser el detonante que falta para su caída.
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