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'Mi abuelo, el catire Istúriz, comenzó a trabajar de limpiabotas desde niño porque su padre murió muy joven. Pero pronto se sintió atraído por la radiodifusión, y ya en un programa célebre en aquellos tiempos, la Caravana Camel, que se hacía en vivo, llegó a asistente y luego a locutor. A comienzos de los 50 se fue a Puerto La Cruz en busca de oportunidades y con el tiempo logró tener acciones en una radio, hasta que adquirió su primera emisora, Ondas Porteñas. Pero al poco tiempo se la vendió a su socio y amigo, Rafael Bellorín, porque los médicos que le trataban una afección de los riñones le dieron dos meses de vida. Lo bueno fue que, al final, no se murió.

En Caracas comenzó de nuevo y compró dos estaciones, Radio Cultura y Radio Tropical. Para la época mi papá (Nelson Belfort Yibirín) y mi mamá (Raiza) ya se habían casado. El era ingeniero de radiodifusión y profesor universitario y mi abuelo lo invitó a participar en la radio, consciente de la necesidad de mejorar la tecnología. Lo primero que hicieron fue cambiarse a una frecuencia, (550), que todavía no aparecía en los radiorreceptores, pero cuando llegaron los nuevos aparatos, Radio Cultura, que a partir de entonces se llamaría YVKE Mundial, estaba de primera en el dial.

Desde antes mi abuelo, que era una especie de gitano, se montaba en el carro con los cuatro muchachos y se iba a recorrer el país en busca de estaciones y así llegó a tener once, aunque muy precarias y aisladas. Pero esa precariedad tecnológica los llevó, a él y a mi padre, a adquirir el primer transmisor de 50 kilovatios y luego uno de 100, en competencia con Radio Rumbos, para entonces el gigante de la radiodifusión por las noticias y las novelas. Tras incursionar en un segmento similar se quedaron con música y noticias, siempre con aliento popular. Mi abuelo fue un demócrata convencido y no tuvo miedo de serlo, a pesar de sufrir atentados dinamiteros de la guerrilla en sus radios, mientras que mi padre formaba parte de una familia que luchó contra la dictadura perezjimenista. Sin embargo, no había una línea informativa o editorial distinta a los de la defensa de los valores democráticos.

En 1976 muere mi abuelo a los 54 años y mi papá, quien ya era presidente de la compañía, continuó operando el circuito por dos años más, pero la familia tenía otros intereses y terminó vendiéndole YVKE Mundial a Orlando Castro. Mi papá comenzó de nuevo, se asoció con el radiodifusor tachirense Beltrán Contreras, y entre varias emisoras de oriente, otras de occidente y una de Caracas, Radio Uno, inician el circuito Súper Radio. Por ese tiempo, con asesoramiento de Charles Arapé, introdujo en la radio el concepto de encuestas. Fue el primero que midió sintonía y así pudo establecer si estabas conectado con la audiencia y cuál era el gusto mayoritario. En esa época la segmentación estaba limitada, el público era variado y había que complacerlos a todos.

En 1987 me gradué de ingeniero electrónico en la USB, tenía 21 años y recuerdo que Beltrán me preguntó si yo era capaz de arreglar el transmisor de Radio San Sebastián, en San Cristóbal, que había sido destrozado por un técnico colombiano. Casi en shock me monté en un avión y en compañía de otro técnico colombiano, este excelente, Alfred López, le entré a un monstruo de 15 mil voltios, cuando lo que había manipulado como estudiante eran aparatos con un máximo de 15. En tres días sacamos el transmisor al aire.

A principios de los 90 la sociedad entre Belfort y Contreras se disolvió, pero un poco antes se había iniciado el otorgamiento de las primeras concesiones en FM. Mi papá decidió vender la mayoría de las emisoras AM y cambiarse a las FM, lo cual significaba todo un riesgo porque ni siquiera había receptores para esa señal. A través de concesiones o asociaciones con otros concesionarios reunió nueve estaciones. Pero el negocio no resultaba tan generoso como parecía y, luego de hacer el postgrado en el IESA, me dediqué a la consultoría gerencial y a un negocio de computación.

Un día de 1999, recibí una llamada de mi padre, quien me pedía que volviera porque el negocio se estabilizaba y se podía hacer cosas. Volví, hice un diagnóstico y nos dispusimos a poner en práctica la idea de conformar, por primera vez, un circuito con transmisión satelital y programas de interés nacional, conservando su personalidad las emisoras de cada región. En 2000 surgieron las siglas de CNB y el 3 de enero apareció el primer programa satelital informativo, Magazine CNB, conducido por Leopoldo Castillo.

Nos pusimos a buscar alguien que pudiera asumir aquel programa, pero no se nos ocurría nadie, hasta que mi papá supo que daba en el clavo. Para aquel tiempo tanto él como Leopoldo ocupaban responsabilidades en Fedecámaras, y un día mi papá se le acercó y golpeando su escritorio de un manotazo le dijo: 'Castillo, vuelves a los medios'. 'No, yo no vuelvo a los medios', le respondió Leopoldo (él había tenido un programa de televisión). 'Sí, vas a tener un programa de radio'. Al final lo convenció y comenzamos a trabajar sobre un proyecto de Leopoldo, quien se ocupó del contenido, mientras yo asumía la parte técnico-logística y Charles Arapé el formato. Arrancó el Magazine y sobre la base de un slogan extraordinario ('Otra llamada más') el programa creció hasta donde nuestras posibilidades lo permitían.

En septiembre de ese año muere mi padre en un accidente de tránsito ocurrido en Rubio, donde buscaba un sitio para colocar la antena transmisora de una emisora con cuyos concesionarios nos habíamos asociado. Se me vino el mundo encima, pero tenía 35 años, estaba preparado y el llamado de mi padre, un año antes, había sido premonitorio. No me quedaba, después de ese golpe durísimo (mi papá tenía 58 años y una fortaleza increíble), sino echar pa´ lante y eso fue lo que hice. Ya todo estaba bien organizado y las emisoras se consolidaban.

Pero confrontábamos un problema de crecimiento. Teníamos mucha popularidad pero poca marca y eso era muy difícil superarlo sólo con la radio. Necesitábamos otros medios, porque nuestro logo nadie lo conocía y lo mismo pasaba con Leopoldo. Era popular pero muy poca gente conocía su rostro. Teníamos el programa más escuchado del país pero no terminábamos de posicionar la marca. Hasta que un día el Presidente se metió con el padre de Alberto Federico Ravell, y cuando éste acudió al Magazine para responderle, se quedó impactado ante la interactividad de Leopoldo con los oyentes, sobre todo por las secciones Micrófono Abierto y Al Aire Libre, donde la gente formulaba su planteamiento y le hacía preguntas al invitado.

Luego del programa Ravel nos propuso: '¿Por qué no montamos un programita para la televisión?' Aceptamos de inmediato. Pero como todo en la vida, nos dieron una hora típica de Siberia, de seis a siete de la noche, un domingo, en un canal pequeño, de noticias, frente a los monstruos que a esa hora exhibían Señor Cine. El primer domingo sacamos 0.2 de rating, el siguiente 0.4, luego 0.8, y así seguimos subiendo de una manera que para muchos resultaba incomprensible. Lo que ocurría era muy simple: los televidentes estaban descubriendo al dueño de la voz que les hablaba todas las tardes por CNB. Eso le abrió una dimensión de sintonía interesante al canal y nosotros ganamos en imagen. Luego, con el paro de 2002-2003, en medio de esa situación trágica, con tanta demanda informativa, decidimos salir todos los días. Y partir de allí el programa se consolidó. El resto es historia'.

[email protected]



Roberto Giusti
EL UNIVERSAL

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Fecha publicada: 06/08/2009
Fuente: El Universal
Tema: medios
Tags: Cierre de Medios en Venezuela


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