La promesa de sustituir ranchos por casas tuvo en Hornos de Cal, (San Agustín del Sur) una respuesta inesperada: sus habitantes se negaron de plano a abandonar sus hogares y la iniciativa del Ministerio de Vivienda se vio frustrada.
El temor pudo más que la esperanza, el pájaro en mano más que los cien volando. Cuando hace más de un año funcionarios de Vivienda se presentaron en el barrio para dar la buena nueva, la gente les dio la bienvenida hasta que se enteró de una condición inaceptable: los vecinos debían abandonar sus ranchos e irse para un refugio mientras les construían unas casas que, les dijeron, serían 'iraníes'.
'Así nos dijeron, nos hablaron de unas viviendas iraníes, aunque nunca se nos explicó bien. Tal vez era sólo para ver nuestras reacción, no sé, lo cierto es que todas las casas las pintaron con las iniciales HC y un número. Todo iba bien hasta que nos dijeron que teníamos que irnos a un refugio en Fuerte Tiuna supuestamente por unas semanas. Yo no me lo creí: conozco gente que tiene años viviendo en un refugio', dice Yasmilda Brizuela, quien ha pasado sus 46 años de vida en Hornos de Cal.
Yennifer Hernández, con trece años en el sector, recuerda que según las palabras de los funcionarios todo iba a ser color de rosa: 'Nos hablaron de viviendas más grandes y que tendrían una terraza y que se iban a construir bien rapidito. Pero en Monagas también están haciendo unas casas iraníes y llevan un montón de años'.
Tiene razón Hernández: en Maturín, donde se construye la primera etapa de este proyecto, tienen más de tres años esperando por 2.448 casas, aunque esta tecnología se vendió en su momento como 'una de las más rápidas y seguras en el mundo'.
En el convenio que el gobierno venezolano firmó con el iraní en el año 2005 no se menciona a Caracas como uno de los lugares en donde estaría alguno de los cuatro desarrollos habitacionales. Tal vez tienen razón entonces algunos habitantes del sector cuando dicen que la iniciativa de Vivienda no era un plan estructurado sino una especie de globo de ensayo.
'Es que nadie hablaba con claridad, había como un misterio con todo ese asunto. No dijeron cuántas casas se iban a sustituir (aunque una vez un funcionario deslizó que sería todo el barrio) ni dieron un plazo concreto. Y cuando vieron que había resistencia, simplemente desaparecieron', dice Gilberto Sojo.
Los casi 4 mil habitantes de Hornos de Cal, unos de los barrios más antiguos de la capital, volvieron a su cotidianidad. A veces piensan que todo fue un sueño, un episodio fantasma, pero entonces ven esas letras que no entienden (HC) y esos números en sus casas y se dan cuenta de que realmente sucedió.
Javier Brassesco
EL UNIVERSAL
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