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Ocarina Castillo D'Imperio ha dedicado su vida a la investigación, la docencia y las gestiones universitarias. Por eso no le cuesta desmenuzar la recién aprobada Ley Orgánica de Educación, en la que encuentra ciertos aportes que, sin embargo, son arropados por el clima de confrontación en el país.
Se sorprende cuando revisa el texto y encuentra conceptos divididos por comas, pero sin ninguna coherencia conceptual. 'Hay artículos imposibles de entender. Me da la impresión de que trataban de ser muy inclusivos, e incluyeron un montón de cosas, y al final terminó siendo caricaturesco'.
Considera que es una 'omisión bárbara' el hecho de obviar la articulación entre los niveles escolares previos y la educación superior: 'En todos los diagnósticos que han hecho las universidades, la OPSU y los que trabajamos en educación, no hay uno solo en el que no se diga que el problema fundamental es la ruptura entre los dos subsistemas'.
Le preocupa el tema de la cultura y llaman su atención lo que denomina 'palabras esponja', acuñando una definición del sociólogo Pierre Bourdieu para referirse a términos como 'desarrollo endógeno', 'palabras que terminan vaciándose de sus contenidos reales y absorben lo que uno les quiera poner'.
--¿Cuál es su opinión general sobre la ley? --Creo que responde a nuestra condición de país escindido. Va enmarcada en el contexto en el que vivimos, en el que todo es parcial y está bajo sospecha. Tiene aportes, pero están imbuidos en un espíritu de confrontación. Además, es una ley de la penalización y el castigo. Si yo tuviera que hacer un símil con la religión, diría que se queda en la pasión y muerte, sin llegar a la resurrección. Hay demasiada insistencia en lo que no se puede hacer, y una ley orgánica no puede ser tan reglamentista y penalizadora. Además, creo que, por el afán de ser modernos, la Ley Orgánica de Educación es una mezcolanza conceptual. Pero quizá lo más preocupante es la inconsistencia total entre los principios de la ley y su proceso de aprobación. Se habla insistentemente de tolerancia y libertad de pensamiento, pero eso es absolutamente inconsistente con lo que hemos vivido. Es parte de ese país absolutamente parcial, donde no hay posibilidad de tender puentes entre posiciones distintas.
--Las leyes educativas eran pensadas por intelectuales, por gente como Luis Beltrán Prieto Figueroa o Mariano Picón Salas, y ahora vemos que surgen del estamento político.
--Creo que hay una confusión, que surge en este mismo clima de confrontación y en esta absoluta incapacidad que tenemos para pensar las cosas integralmente. Ahora resulta que ser experto es por naturaleza ir en contra del pueblo, o en contra de lo que debería ser una propuesta inclusiva de calidad. Los expertos hemos dedicado nuestra vida a la educación. Pareciera que el problema de la inclusión preocupa a partir de hoy. ¡No! Desde hace mucho tiempo nos preocupa el tema del ingreso y la equidad. ¿Por qué pensar que los expertos somos neófitos, o enemigos? Si uno quiere ponerse los zapatos del populismo y la ideologización, uno puede no reconocer que todos ésos son problemas serios, conceptuales y pedagógicos.
--La universidad, incluso arquitectónicamente, representa la integración de las artes y la diversidad de pensamiento, y la UCV es un ejemplo de eso.
¿Se asoma una posibilidad de romper con esa efervescencia artística a través de la ley? --La universidad no tiene sentido si no es dentro del ejercicio de la pluralidad y de la libertad de pensamiento. El día que llegue al aula de clases y mis alumnos no se sientan en la disposición ni tengan la convicción de que pueden decirme lo que piensan, la universidad no será una universidad. La esencia de nuestra condición es la investigación, la creación de ideas y conocimientos, pero para eso los espacios de libertad son absolutamente necesarios.
--El Bolívar de Juan Antonio Rial, montado por Rajatabla, fue un éxito en el ámbito teatral universitario. ¿Será posible usar la figura de un prócer con licencia poética? --Creo que esa visión es un provincianismo total. Así como el Bolívar de Rial, hay cantidades de figuras, desde lo religioso hasta lo científico. Yo, que soy una amante de las biografías, creo que es maravillosa la posibilidad de acercarse con libertad a los protagonistas de la historia en su contexto real.
Pretender que cualquier variación del discurso tradicional sacralizado es negativo es simplemente una cosa absurda.
--También está el tema de la doctrina del Libertador...
--Yo quisiera que alguien me dijera cuál es la doctrina de Bolívar, así, en singular. Cuando estudiamos su pensamiento, es muy diferente el Bolívar del Manifiesto de Cartagena al de los últimos meses del año 1830, cuando dijo aquellas cosas tan terribles. Ésas son etiquetas que no nos ayudan.
Lo interesante de la historia es que nos da las herramientas para ubicar al hombre en su momento, su circunstancia, y para poder interpretar lo que va dejando de sí. Es una decisión personal si a alguien le gusta, o no, algo de un personaje.
--¿Cómo es la 'suprema felicidad social'? --Pues yo también quisiera saber. ¿Será un país donde todos decimos lo mismo y nos comportamos igual? Yo entendería por 'suprema felicidad social' un país de ciudadanos corresponsables, y no de propietarios, donde todos respetamos la libertad y contribuimos para que la vida en común sea posible. Pero no sé si de esa libertad es de la que hablan ahí.
--En ese panorama difuso, ¿cómo evalúa la suspensión de 10 años para el docente que incurra en una falta? --Realmente es gravísimo. La peor parte son las disposiciones transitorias. Uno de los principios fundamentales de la educación es la evaluación para aprender y mejorar. ¿Cómo vamos a caer en esos extremos punitivos, que dejan de lado la posibilidad de mejorar o rectificar? --Algo similar ocurre con las menciones a los medios de comunicación.
--Aprecié mucho el esfuerzo de Antonio Pasquali y otros investigadores cuando presentaron el proyecto Ratelve.
Reconozco la necesidad de que nosotros impulsemos y propongamos cosas para tener unos medios de calidad, y eso lo ha venido diciendo la universidad desde hace mucho tiempo. Pero en el artículo 9 se habla de los medios de comunicación como un elemento esencial, casi en el mismo nivel de la escuela, y eso es una exageración. Sobre todo me preocupa quién va a señalar dónde están los límites. Cada vez que salen los muchachos de la universidad son discriminados y tratados groseramente con una serie de epítetos, y eso es un caso de incitación al odio. Igualmente dicen que el periodista no puede hacer militancia de opinión con respecto a lo que cree o no conveniente y después, basados en esa premisa, permiten el monopolio de la violencia. ¿Quién va a poner esos límites? ¿Quién va a decir hasta dónde llega el valor y dónde comienza el contravalor?
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