Viendo la manera irracional, desinformativa, desorganizada, radical, divorciada de la objetividad como se ha dirigido la campaña en contra del ejecútese de la Ley de Educación, es que abandono toda lucha, rebeldía o crítica pública a los acontecimientos.
Como colectivo, no tenemos la base para discutir ninguna Ley de Educación porque a estas alturas no conocemos ni un solo artículo; vamos -y nos llevan- 'nariceados' a todo. La oposición no ha coordinado ni un sólo conversatorio público y masivo para informar y discutir con su colectividad todos y cada uno de los artículos y las verdaderas consecuencias.
Sencillamente, se han difundido opiniones personales cada vez que se han presentado, por la comodidad de los medios y siempre desde nuestras trincheras. Creo, y Dios quiera que me equivoque, que cuando el poder del gobierno se revierta, nos tocará a nosotros hacerles a ellos lo mismo que nos han hecho.
No me rindo, me niego a ser más de lo mismo. Voy a enviar a mis hijos al colegio, voy a estar siempre pendiente, como vayamos yendo iremos viendo, y quiero seguir mi vida en paz. Si no me llegan al corazón, ¿para qué voy a estar allí?
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