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'Política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos'
El ejercicio de la política, obliga siempre a transigir a favor o en perjuicio de algo o alguien. Sobre todo, cuando es imprescindible 'correr la arruga'. Supuestamente para estar bien con Dios y con el diablo. O porque según las circunstancias, 'un tiro va por la patria y otro por la revolución', lo que revela la ambigüedad que recae sobre la praxis política. Más aún, cuando la demagogia le sirve a la política como 'el hambre a las ganas de comer'.
Cuando la política se usurpa como oficio, deben elaborarse fórmulas no tanto para corregir problemas como para profundizarlos. De modo que siempre prevalezca la necesidad de acudir al político. Particularmente, cuando éste ocupa alguna posición de gobierno desde donde, casi siempre, abusa del poder por encima de intereses colectivos. El suizo Louis Dumur, explicaba que 'la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos', razón que hace inevitable valerse de cualquier excusa para pulsar reacciones en la población que sean capaces de estructurar respuestas a fin de justificar o permutar ejecutorias por cuyas decisiones se asegure la continuidad en el poder político.
La Ley Orgánica de Educación, con todo el despropósito que ha incitado como afrentoso recurso de la estrafalaria política gubernamental, pudiera ser representativo de ese conjunto de suspicaces razones que utiliza todo régimen opresor para medir el alcance de efectos que pudieran verse como amenaza a sus estrategias de dominación por imposiciones al absurdo. Especialmente cuando el país está en el umbral de 2010, año electoral este que será determinante para sacudirse de la penuria de una ideología tan recalcitrante como la actualmente pretendida por las huestes gobierneras. Bajo este enfoque, la LOE podría ser un balón de ensayo.
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