|
|
Hemos esperado varios días desde que el presidente Chávez anunció que se habían acordado 50 o 64 medidas económicas, para conocer su contenido y saber de qué tratan. Lo único que se ha declarado con certeza es lo que no serán. Por ejemplo, se ha dicho categóricamente que no incluyen una devaluación de la tasa oficial del bolívar fuerte ni un aumento del precio de la gasolina. La otra novedad ha sido una emisión de bonos de la deuda de 3.000 millones de dólares, que constituye una prolongación de la estrategia que se ha venido siguiendo ocasionalmente para compensar la reducción de ingresos fiscales y para tratar de moderar la diferencia entre el tipo de cambio oficial y otras cotizaciones. Un caso típico de 'más de lo mismo'. De resto, sólo rumores, filtraciones y confidencias que mantienen a los agentes económicos y a la ciudadanía en la incertidumbre y demuestran una total falta de transparencia respecto a lo que se decide pero que no se informa a los afectados de manera concreta.
Ante este silencio informativo sobre el contenido de la nueva política económica no es posible hacer más comentarios que señalar el hecho. Pero sí se puede constatar que hay un consenso nacional en el sentido de que la situación actual es insostenible. Ni el Gobierno ni la ciudadanía pueden soportar la caída de la actividad productiva, la inflación que ronda alrededor de 30% anual, ni la tensión en las relaciones laborales ni las amenazas de desabastecimiento. Todos sabemos que no se puede seguir en el inmovilismo. El Gobierno afirma que va a enfrentar la situación y 'tiene soluciones', pero se abstiene de decir cuáles son, aunque las cuantifica y hasta aumenta su número. La población se limita a padecer los males y a abrigar la esperanza de que de las innumerables reuniones de los jerarcas de la política económica salga humo blanco. Pero con el temor de que las nuevas propuestas sean tan ineficaces como los innumerables planes anteriores que prometían bajar los precios, procurar la abundancia y proveer empleo remunerativo a los trabajadores desempleados y a quienes sobreviven en una economía informal que se ha extendido desde los buhoneros hasta los profesionales y los expertos petroleros.
Mientras no se conozcan cuáles son las soluciones ofrecidas por los cerebros oficiales es de suponer que continuará la decadencia. Que apretarse más el cinturón y no tener con qué cubrir el gasto diario es una fatalidad a la cual nos han conducido la mala política, los equívocos, el despilfarro exterior y los subsidios incuantificables a la demagogia. Y resultará muy difícil culpabilizar a quien se pregunte ¿Quién nos metió en este laberinto y no sabe cómo salir del foso? Mientras el régimen bolivariano insista en sus improvisaciones, aumentarán las calamidades y, a pesar de las 50 y tantas medidas que elucubran los salvadores de la patria, la realidad nos acosa implacablemente cada vez que vamos al mercado y regresamos a casa con la cesta cada vez más vacía.
REGRESAR |
*** noticias no disponibles *** |
|