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A finales de 2008 la mayoría de los venezolanos podía mirar hacia atrás y constatar que en los últimos tres años respiró una bocanada de prosperidad a través del consumo de electrodomésticos, carros, celulares, dólares baratos para ir al extranjero, un ambiente donde el desempleo no aumentaba y la banca prestaba a bajas tasas.
El escenario ha cambiado. Si bien no se trata de un desastre, el paisaje ya no luce despejado. El poder de compra declina, el desempleo comienza a elevarse y las promesas del Gobierno pierden opulencia y se limitan a crecimiento de 0% este año con inflación cercana a 30%, mientras que en 2010, la meta es crecer 0,5% con inflación de 22%. Para salir del bache el gabinete económico ha diseñado un tratamiento que se resume en cucharadas de crédito y mayor reparto de dólares para importar, dejando intacto el modelo que denomina 'socialista', es decir, incremento del rol del Estado en la economía a través de la posesión de empresas, control de cambio, de precios y sobrevaluación de la moneda. Todo indica que con este compuesto será difícil superar por completo la pérdida de brillo. El economista Francisco Faraco explica que 'la columna vertebral de la política chavista es desplazar al sector privado por el estatal, destruyendo oferta'. Las estadísticas del Banco Central precisan que en el primer semestre de este año la producción de la industria privada cae 10,25% en contraste con el mismo lapso de 2008. Incluso, entre el segundo trimestre de 2007 y el segundo trimestre de este año, toda la producción de bienes y servicios del sector privado se contrae 3,2%. Para Francisco Faraco la destrucción de la oferta se traduce en inflación, porque al mismo tiempo el Gobierno alimenta el consumo a través del gasto público. Este impacto intenta matizarse con controles de precios que derivan en escasez y en lo que denomina 'racionamiento fáctico'. 'La apuesta es que el precio del petróleo se dispare otra vez sobre los 100 dólares, que aumenten la divisas para poder importar masivamente y cubrir la brecha entre oferta y demanda, pero esto es poco probable', dice Francisco Faraco. Techo bajito Aun con un salto constante del precio del petróleo la economía mantendría desequilibrios de fondo. La muestra es que en el primer semestre de 2008, cuando el barril venezolano se cotizó a un promedio estelar de 105 dólares, el crecimiento se redujo a la mitad.
Reinier Schliesser, director de la Escuela de Economía de la Universidad Metropolitana, indica que la inversión privada se ha reducido notablemente por falta de seguridad jurídica en cuanto al derecho de propiedad, la incertidumbre en el acceso a las divisas por el control de cambio y 'controles de precios que afectan los ingresos esperados por las empresas en el futuro'. La consecuencia de la falta de inversión es que las empresas no tienen nuevas máquinas para producir más y la capacidad disponible está copada. En su informe económico el Banco Central admite que la industria privada 'enfrenta una necesidad perentoria de renovar y ampliar su stock de capital, sobre todo al considerar los elevados niveles de utilización de la capacidad que se observaron en 2008'. El resultado es que aunque crezca la demanda, que comiencen a llegar nuevos pedidos a las empresas, la capacidad de la oferta para reaccionar es muy limitada, en poco tiempo chocaría contra el techo de la falta de inversión, como ocurrió en el segundo trimestre de 2008. Reinier Schliesser añade que el precio del petróleo ha comenzado a recuperarse (culmina la semana en 68 dólares) y por tanto lo predecible es que en el mediano plazo 'van a aumentar las importaciones y la demanda porque el Gobierno va a tener un cuadro fiscal más favorable, pero lo que no se va a recuperar en buena medida es el crecimiento de la producción nacional y eso afecta al empleo y genera presión inflacionaria'. 'El problema está en los pocos incentivos que hay para la expansión de la capacidad productiva y es poco probable que esto cambie con las políticas actuales. Aun si creyéramos en que el Estado puede sustituir al sector privado en la producción de bienes no se puede negar que esas transiciones, en el mejor de los casos, son traumáticas', resume Reinier Schliesser.
Víctor Salmerón
EL UNIVERSAL
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