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La política exterior de la revolución bolivariana ha tenido últimamente tres importantes fracasos: México, Colombia y Honduras. Esa es la verdad. Lo primero que debemos entender, para valorar este fracaso, es el objetivo de su política exterior: ampliar la influencia del régimen chavista en la América para amenazar la estabilidad del 'imperialismo norteamericano'. El método se repite: controlar, a través de elecciones, las instituciones de cualquier país, a objeto de establecer un sistema populista que limite progresivamente el verdadero ejercicio democrático. El ejemplo es Venezuela. Hugo Chávez ganó legítimamente las elecciones presidenciales en 1998. A partir de ese momento, ha ido controlando todas las instituciones a través de elecciones organizadas, con indiscutible ventajismo, para eliminar los principios fundamentales de una verdadera democracia: el equilibrio de poderes y el respeto al derecho de las minorías. Analicemos estos tres casos.
Hugo Chávez tenía grandes esperanzas en un seguro triunfo del PRD en las elecciones parlamentarias mexicanas. El espectacular éxito obtenido por Manuel López Obrador en las últimas elecciones presidenciales permitía preverlo. El resultado, en las elecciones parlamentarias, fue decepcionante: el PRI: 36,81%; el PAN: 27,91; el PRD: 12,21. Un verdadero desastre. Para colmo, Felipe Calderón ha planteado transformar el sistema electoral de proporcional a mayoría simple. Esa reforma fortalecerá el bipartidismo y hará desaparecer a la izquierda radical. La razón del desastre fue la intervención de Hugo Chávez en la política mexicana. El caso colombiano está de moda. Álvaro Uribe muestra cada día más fuerza en su liderazgo sobre el pueblo colombiano. Yo no estoy de acuerdo con su reelección presidencial ni, mucho menos, con la presencia norteamericana en su territorio. De todas maneras, su popularidad se basa en la política de Seguridad Democrática. Estoy convencido que arrasará en las próximas elecciones. La causa es la misma: el rechazo a Hugo Chávez.
El caso de Honduras, es aún más significativo. Su crisis institucional surgió al tratar Manuel Zelaya de aplicar el plan modelo establecido por Hugo Chávez. El rechazo a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente y al establecimiento de la reelección presidencial provocó el enfrentamiento nacional. Al intentar destituir al general Romeo Vásquez Velásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto, por no obedecer una orden presidencial flagrantemente inconstitucional, provocó el derrocamiento de Manuel Zelaya. Las medidas tomadas por el gobierno venezolano para tratar de reestablecerlo en el poder fracasaron una tras otra. La unidad de las Fuerzas Armadas y el importante respaldo al gobierno provisional no lo permitieron. Esta realidad, hizo que Manuel Zelaya acudiera al Departamento de Estado norteamericano en solicitud de apoyo. A partir de ese momento, se han planteado distintas alternativas sin lograrse una verdadera solución.
La crisis continúa. Amplios sectores de la sociedad hondureña se niegan a aceptar el regreso de Manuel Zelaya. Es posible que la presión internacional lo logre, pero será un retorno absolutamente simbólico. La única solución a la crisis es el reconocimiento por la Comunidad Internacional de la legitimidad de las próximas elecciones. Es difícil prever el desarrollo de los acontecimientos. De lo único que estoy seguro, es que el próximo gobierno no tendrá ninguna cercanía ideológica con el régimen chavista. Estos fracasos pueden, quizás, señalar el principio del fin.
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