Las redes contagian felicidad y bienestar, pero también obesidad, depresión...
Una cabeza virtual domina a las otras de una red social, sólo que cada cabeza real cree que el flujo es al revés.
Esas redes han existido toda la vida y abarcan desde los más primitivos organismos hasta el tope de la escala evolutiva, sólo que es a partir de la década de los noventa del siglo pasado, cuando fue posible visualizarlas mediante la combinación de un desarrollo tecnológico, la internet, con otro físico-matemático, la teoría de redes complejas. Ahora son sinónimo de Twitter (TT) y Facebook (FB).
Nuestra primera red es la familia y de allí se extiende hacia amistades, religión, nacionalidad, trabajo, amor, y pare de contar hasta la escala global con las tecnologías de información y comunicación. ¡Ah! Pero pisamos 2010, y si no estás conectado, no estás en nada, de allí que la ciencia comience a descubrir la cabeza virtual que influye o domina cada red.
Las redes sociales contagian felicidad y bienestar, pero también obesidad, depresión y malos hábitos como fumar, alcohol, alta velocidad, desmemoria, y otros vicios. Igual pasa en la política, con la particularidad que la red local es más importante que la global, como en el caso hipotético de un gobierno despótico.
Supongamos una red nacional de tres niveles, uno superficial de lenguaje, demagógico y procaz, escatológico, con citas históricas manoseadas que enganchan mayorías ignaras. Le sigue otro intermedio de las imágenes absurdas que proyecta el lenguaje, que atrapa a los pensantes en su fútil afán de establecer la verdad. El más profundo, verdadero objetivo de todo, es la red resultante e invisible de señuelos, especialmente diseñados para ser amplificados inadvertidamente por TT y FB.
Por tanto, hay que estar advertidos cuando la hipótesis se parezca a la realidad. Después de todo, en Venezuela, hay apenas 5 sitios de TT que superan los 10.000 seguidores. Son de noticias y política, algo inocuo en un país de 14 millones de adultos. REGRESAR |