Las estimaciones más prudente se impusieron y si bien el PSUV obtuvo una victoria (esta si fue pírrica), quedó lejos de su objetivo fundamental, cual era obtener los dos tercios de la Asamblea Nacional (110 diputados), lo cual le hubiera permitido disponer de una mayoría absoluta para hacer aprobar, si fuera el caso, una Asamblea Constituyente o leyes orgánicas, que ahora, a la luz de los resultados, están fuera de su alcance.
Más llamativo aun resulta el virtual empate porcentual (la diferencia fue un punto y medio) y en número de diputados (cinco por lado) que se produjo en la votación para el Parlamento Latino, donde la oposición llega al 52%, es decir, obtiene la mayoría si se le suman los votos de organizaciones antichavistas, no adscritas a la unidad democrática, que participaron en esas elecciones.
Estos últimos resultados reflejan una votación nacional, ajena al sistema impuesto por el chavismo para la elección a la Asamblea, donde el número de diputados electos no se corresponde, necesariamente, con la realidad política y electoral, algo que en buena medida ocurrió este domingo.
De manera que el resultado es una incongruencia entre dos procesos de votación separados, pero simultáneos, uno de los cuales (el celebrado para elegir representantes al Parlatino), es el auténtico reflejo de la correlación de fuerzas políticas existentes en el país.
Y allí el chavismo salió derrotado.
Obviamente no se pueden extrapolar automáticamente los resultados de unas parlamentarias sin incidencia mayor en la vida política del país, a unas de carácter presidencial como lo son las del 2012, pero como Chávez se empeñó en ser candidato, él solo y sólo él, (¿sabe alguien quienes fueron los diputados chavistas electos al Parlatino y por los cuales votaron unos cinco millones de personas?) la especulación puede servir de referencia para palpar lo que siente el país hacia quien pretende elegirse por cuarta vez.
De manera que en este momento y en este día, 27 de septiembre del 2010, Hugo Chávez es minoría. Que lo siga siendo en el futuro es ya otra cosa.
Pero, si ya está en campaña electoral de cara a las elecciones presidenciales de 2012, como lo ha dicho, y el pretendido triunfo del 26S debía de servir como trampolín para alargar el efecto e intensificarlo, de entrada no lo logró.
Lo de ayer ha sido un golpe en toda la línea de flotación y eso es así porque, además de no ganar sobrado, como solía hacerlo, perdió la Asamblea, ahora plural y dispuesta para el debate, la confrontación democrática y la imposición de un freno a la aberrante práctica de usarla como el ministerio de asuntos parlamentarios. En otras palabras, se le escurre una valiosa fuente de poder.
Pero, para colmo de males, parte hacia la epopeya reeleccionista con plomo en el ala y un país sumido en una crisis integral cuyo agravamiento logró postergar hasta ayer por un interés groseramente electoral.
Ahora ya no querrá ni podrá detenerla. Vendrán unos meses duros y él lo sabe tan bien que anoche canceló la fiesta en el balcón del pueblo y los bongoseros que tocaban en la oscuridad de Miraflores, ante una calle desolada, a la que nunca llegó la gente, daban lástima. REGRESAR |
