Movidos por viejas y fracasadas recetas marxistas, el concepto 'propiedad privada' les causa urticaria y arrebatos de rabia a los miembros de la alta nomenclatura del régimen que, golpeada por unos resultados electorales que ni se esperaban ni han podido rebatir (por más pataleta pública, insultos a la prensa y juegos retóricos) reacciona iracunda contra los bienes de los particulares en señal de 'desconocimiento de facto' de la Constitución y del dictamen popular del 26 de septiembre. No ha de ser fácil, desde luego, otear el horizonte de 2011 con un parlamento variopinto que le pondrá las cosas difíciles y donde el debate de ideas -desaparecido hace cuatro años del Legislativo- cobre notoriedad y deje al descubierto la vocación autoritaria de déspota de quienes hoy temporalmente dirigen los destinos de la Nación. Las apropiaciones -imposible denominarlas expropiaciones- de haciendas productivas e industrias solventes, junto a la amenaza de nuevos procederes similares, en el falso nombre de la seguridad alimentaria del país, profundizan el clima de inseguridad jurídica que sembró el Gobierno de Chávez hace algunos años, y en la práctica reducen las garantías a la propiedad privada establecidas taxativamente en la Carta Magna, a letra muerta. Si al menos se hiciese para mejorar lo que hoy existe en poder de los privados, se pudiese medianamente comprender el procedimiento.
Pero vistos los pobrísimos resultados, haciendas y empresas en abandono, ineficacia, corrupción grosera y más importación y dependencia, es muy patente que la intención es político-ideológica. Chinos La idea marxista de que la producción de bienes conduce a la acumulación y ésta a la explotación del hombre por el hombre, no sólo ha sido superada por la historia sino que atenta contra la productividad y, a la postre, atenta contra el mismo propósito que pretende alcanzar: más y mejor distribución de servicios y alimentos para la población. El gobierno socialista, al menos, debería aprender de sus socios chinos que hace rato comprendieron que por ahí, por el crecimiento descomunal del Estado y el ataque a la iniciativa privada no era el camino, y hoy por hoy se han convertido en la segunda economía del mundo y el mayor productor de fortunas individuales. El rapto de ira y las apropiaciones tienen un lectura política: Chávez pretende ignorar la clarísima expresión de más de la mitad del país que rechaza el socialismo del siglo XXI y le dijo que Venezuela se construye con sus diferencias. El comandante Presidente pisotea e irrespeta ese mandato y atiza el conflicto, pero tarde o temprano se verá obligado a hacer lo que no le gusta: dialogar y alcanzar acuerdos dentro del sistema democrático. Editorial Analítica REGRESAR |