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Tejió con ellos un laberinto de solidaridades y silencios en torno al cordón umbilical de los hidrocarburos. 'Diplomacia bolivariana', explicaban en el Palacio de Miraflores desde el 2005 para hacer entender a los venezolanos el suministro de más de 200.000 barriles diarios a 18 países con un sistema de pago a medida y una avanzadilla energética a la que Caracas calculaba poder dedicar hasta 33.000 millones de dólares entre entregas e inversiones en infraestructuras. Unos planes oficiales que ahora prefieren no airear más, a partir de las 'vacas flacas' de PDVSA y la amenaza de la oposición de desembarcar en la Asamblea Nacional venezolana con la tijera para esas inversiones exteriores. Entre los aliados de Venezuela ya no se esconde la preocupación. Sea como sea, mirando a PDVSA, con más de 20.000 millones de dólares de deuda pendiente, problemas de liquidez y poca receptividad en los mercados -a la vista de la emisión de bonos por 2.800 millones de dólares, tras seis meses de retraso- Petrocaribe y Petroandina saben que nada volverá a ser lo mismo. Castro, tras la destitución de su ministra García, exige la inyección inicial de 200 millones de dólares para su sistema eléctrico, pero sólo la iniciativa y los yuanes chinos le permitirán resucitar con Chávez el mayor polo refinador del Caribe, en Cienfuegos. Caracas y sus olvidos dejan a sus aliados en todo el continente a los pies de la 'solución asiática' -la misma a la que se ha entregado Chávez, con más de 20.000 millones de dólares en créditos chinos- y a Pekín, con vía libre para estrechar con ellos la doble pinza: financia con más de 3.700 millones a Ecuador y tiene más de 2.000 a punto para Bolivia y deja en manos del estado asiático el crudo futuro y los minerales y de sus empresas las garantías en participaciones y la ejecución de los proyectos. Cuando el 1 de enero del 2011 desembarquen en el legislativo venezolano los 65 diputados del MUD, entre sus prioridades estarán no sólo el control de los 280.000 barriles de crudo diarios que -se supone- Venezuela entrega a los 18 Estados socios de su red de socios 'bolivarianos' en el Caribe y el sur del Continente, sin permiso de la Asamblea ni supervisión o rendición de cuentas públicas hasta ahora. Sobre todo, buscarán forzar el recorte real de unos planes de inversión energética conjunta -desde refinerías en Cuba o Belice, a Gasoductos en Bolivia- que prometían dedicar a los 'hermanos americanos' 33.000 millones de dólares y que hoy, aún siguen sin haber ejecutado la gran mayoría de esas promesas. Para empezar, ya el anuncio que reactiva la inversión de 5.000 millones de dólares en Cienfuegos, Cuba - aunque finalmente la mayor parte vayan a ser chinos- ha despertado recelos incluso en la propia PDVSA, ahora que el ministro Giordani reconoce que las condiciones de algunas plantas industriales de Guayana -su gran 'polo' de producción- sólo ameritan un cierre. Y que las refinerías de Cardón y Petroanzoátegui, justo las que exportan a República Dominicana, Belice o Cuba, están casi paralizadas, por tercera vez en lo que va de año. Del 'tijeretazo' diplomático a la solución asiática La estrategia exterior de PDVSA ya ha engendrado ocho empresas mixtas para proyectos de inversión e infraestructuras -y con ellas, la llave al futuro del procesamiento local-. Pero hasta sus 'socios' más cercanos se rebelan: no hay ni rastro de los 24.000 millones de dólares para los diez proyectos petroleros que debían estar completados en dos años. Se lo recuerdan Cuba, Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia. Por primera vez, hasta Raúl Castro ha puesto el ultimátum energético sobre la mesa de Chávez. Ecuador no quiere pagar los 25 millones de dólares la exploración fallida de Puná (20 veces más caro que otras empresas), ya la cesión de la operación de Sacha le costará 15.000 millones de dólares en 25 años y el intento de PDVSA por perpetuar la exploración de Yasuní. Pero la 'maldición' energética caraqueña se exporta. Tanto que El Salvador y Panamá se piensan dos veces eso de Petrocaribe. Son las mismas reservas ante la 'hermandad del oro negro' de Chávez que han mantenido durante más de tres años a Uruguay y los contratos de PDVSA con la estatal Ancap y el polémico Fondo Bolívar-Artigas (para el pago de los 520 millones de dólares de crudo anuales) congelado. Sólo ahora que el presidente Mújica trata de consumar nuevos caminos de sintonía con Chávez busca vías para su reactivación, le urgen los derivados, quiere resucitar de nuevo el proyecto de ampliación de la refinería La Teja que duerme el sueño 'bolivariano' desde hace cinco años y sabe que Venezuela necesita alimentos que no tenga que pagar en dólares. No son el escándalo por los acuerdos entre la empresa pública paraguaya Petropar y Petróleos de Venezuela (que por cierto acaba de recibir de PDVSA 10 millones de litros de gasoil para poder asegurar el abastecimiento), ni la investigación por la letra pequeña de los pactos con Buenos Aires los únicos que les recuerdan a los 18 socios americanos de excepción de PDVSA que ni Petrocaribe ni Petrosur ni Petroandina entienden de procedimientos de licitaciones públicas, acceso a los concursos para las empresas multinacionales, o comparativas de precios y condiciones. 59 millones de barriles después Hoy, 59 millones de barriles después, ya saben que la 'hermandad' de los hidrocarburos venezolanos se teje sólo de Estado a Estado, a ser posible con acuerdos entre empresas públicas y con la letra pequeña de la generosidad de Miraflores. PDVSA cocinaba la ecuación de su reinado con sus aliados: les entregaba un crudo de baja calidad (apenas un 3% del total), sin incluir los fletes y los costes adicionales, se garantiza mercados a mano y con sus condiciones durante al menos tres décadas, le pone sus apellidos a las infraestructuras de toda la región y con ellos a los mercados de derivados. Y le hacía sitio a PDVSA en una geografía de una decena de nuevas empresas mixtas con participación mayoritaria de la venezolana. Con la carrera del gas venezolano aún muy incipiente, Caracas necesitaba vender petróleo y derivados y cobrarlo en dólares, o en productos que le permitan esquivarlos, aunque sea una colección de cuentas por pagar a medio plazo. Pero hoy todas esas premisas flaquean. En el último año, abarrotada de compromisos de inversión propios y ajenos -el proceso la adquisición de las empresas eléctricasy con un flujo de caja ajustado, PDVSA recurrió al financiamiento externo y contrajo más de 13.000 millones de dólares en deuda nueva en un solo año. Esto elevó la relación entre su deuda y patrimonio de 9 a casi 30. El contencioso con Belice que acaba de estallar en forma de guerra diplomática pública es otra evidencia más de que empieza a plegar las velas de Petrocaribe: lejos quedan los tiempos, hace apenas tres años cuando el Palacio de Miraflores hacía planes para quedarse con la refinería Isla y sus 320.000 barriles procesados diarios. Hoy su gobierno denuncia que Venezuela, con la refinería en declive de producción y eficiencia, incumple el compromiso de mantenimiento que tiene firmado hasta el 2019. Caracas ha comenzado a sugerir a sus aliados la 'solución asiática'. Todo el eje bolivariano ha tenido que rendir sus resistencias con Pekín allá donde no quisieron hacerlo con las multinacionales: contratos por petróleo a futuro, con las tasas de interés más altas, vinculados a compras chinas, de Estado a Estado, sin control legislativo y supervisados por arbitraje en CIADI y Pekín. Se ha convertido en un 'ingrediente' del menú de los nuevos acuerdos. Lo sabe República Dominicana, tras la venta de su Refinería Redomsa, sólo las relaciones históricas con Taiwán la han mantenido lejos de compromisos energéticos en Pekín. Nada, en realidad, que no haya tenido que empezar a poner en ejecución su propia política energética. Hasta agosto de este año, ya disponía de un 'Fondo Chino' de en torno a 20.000 millones de dólares, de transparencia nula y del compromiso de Pekín de inyectar otros 16.000 millones de dólares a la Faja del Orinoco, -que ha reducido en un 20% su producción desde 2005 y no ha podido despegar, entre otras cosas por falta de inversión multinacional- y de desembolsar por parte de CNPC cuanto antes un bono de 900 millones de dólares por su derecho a participar como accionista en la empresa mixta que explotará las reservas del bloque 4 de Junín. Pero en este trimestre, Caracas sellaba con Pekín otro pacto crediticio por 20.000 millones de dólares, mitad en moneda verde y mitad en yuanes, que no sólo la compromete a consumir productos asiáticos en renminbi, sino a hacer de China el principal destino de sus exportaciones y casi de su producción a futuro, con la obligación de surtirle hasta un millón de barriles desde 2012, aunque ya tendrá problemas si no incrementa su producción para suplir los 900.000 barriles diarios a EE.UU., el millón a China, los 200.000 a sus aliados regionales y otros 800.000 que hoy destina a consumo nacional y otros compromisos. La reciente negativa explícita de India a la creación de un fondo conjunto de 10.000 millones de dólares sustentado en la venta de crudo para impulsar la Faja del Orinoco, como el sellado con China y la obligación repentina de Caracas que exige a las trasnacionales que adelanten sus programas de producción temprana han evidenciado que ya no quedan tantos posibles socios dispuestos a financiar sus planes energéticos y de infraestructuras asociadas, ni siquiera aunque sea en condiciones tan ventajosas como las de Rusia. China sí lo está. No sólo es que necesite importar la mitad de su consumo de crudo, ni las dos terceras partes de su consumo de refinados y derivados y haya encontrado en la región el suministro futuro de hidrocarburos y la posibilidad para invertir en minería y siderurgia y luego llevarse a casa la producción. Es que, mientras hasta ahora había dedicado ya la mitad de sus inversiones y de las oportunidades de inversión de sus grandes empresas al mercado brasileño y más de 1.400 millones invertidos en Perú (1.000 de ellos en minería), ahora apunta a los mercados bolivarianos: en la falta de liquidez para sus recursos naturales de Bolivia, Ecuador, Venezuela y ahora Cuba o RD, China ha empezado a ponerse cómoda. Lo que las autoridades chinas consideran ya una segunda fase de su desembarco en Latinoamérica ya no pasa sólo por la importación de las materias primas que necesita, sino por la producción a domicilio y el espacio entre los activos de los recursos naturales de toda la región. China: solución, pero cara para correa y morales Lo sabe el presidente ecuatoriano, Rafael Correa. Ni el fracaso en cuatro años de exploración gasista en la Isla de Puná 1 (después de que Caracas hubiera calculado una inversión de 40 millones de dólares), ni el olvido de los proyectos en común harán salir a PDVSA del mercado ecuatoriano, ahora que el Ejecutivo de Chávez considera que su ahijado Correa se ha embolsado un beneficio de 3.000 millones de dólares gracias al intercambio de hidrocarburos con Venezuela a la sombra de Petroandina. Todo lo contrario, aún hay una decena de acuerdos bilaterales en vigor (al menos en el papel), pero Petroecuador estrenaba este año administración civil después de dos años de gestión militar bajo el mando de la Armada Nacional y su directiva empieza a encenderle al presidente Rafael Correa las luces rojas del precio de su sintonía caraqueña. Será el Gobierno de Quito y su gigante petrolera estatal la que tenga que hacerse cargo de los 25 millones de dólares del proyecto frustrado de PDVSA (20 veces lo que le cuesta a Petroproducción un proyecto similar), a pesar de que el olvido de los estudios sísmicos y de los informes técnicos locales tienen mucho que ver en su desenlace y de que los analistas regionales advierten que sus 'tempos' de instalación de pozos son el doble de lentos que el de otras multinacionales de los hidrocarburos. Ya se encargó el Gobierno venezolano de curarse en salud con una adenda que modifica el contrato original del 2008 y que obliga a Ecuador al pago 'incondicional' del riesgo de las inversiones de exploración y que duplica su coste, muy lejos de las cifras que otras petroleras ofrecían a los técnicos locales. Nada que Chávez y su ministro Rafael Ramírez no hayan ejecutado, barril a barril, con el campo de Sacha. Desde hace dos años, la empresa mixta ecuo-venezolana Napo dispone del derecho de operación de la 'joya de la corona' de los hidrocarburos, con reservas probadas de 500 millones de barriles de crudo ligero (equivalentes a 50.000 millones de dólares) de un crudo de 28 grados API, que 'bebe' de las infraestructuras y los servicios del resto de campos de la estatal Petroproducción y que, en un cuarto de siglo de operación privará a las arcas públicas ecuatorianas de 15.000 millones de dólares que tomarán el 'camino' de la solidaridad bolivariana. Además, el crudo del campo Sacha de PDVSA no será procesado en las refinerías locales, sino en las venezolanas, sin la posibilidad de mejorar la mezcla que estaba recibiendo Esmeraldas. Pero si busca garantizar el futuro de Esmeraldas y sus apenas 200 millones de dólares de inversión inicial (el propio Presidente emitió en 2009 un informe acusando a Petroecuador y PDVSA de haber incumplido), del yacimiento de Yasuní (que busca dejar exento de operación si consigue suficiente financiación internacional), o recuperar Coca Codo y Puna será con la palanca de los yuanes. La gran exportación de cobre que el país andino planea sólo podrá consumarse si la finalmente luz verde a la inversión de 3.000 millones de dólares (otra vez según la fórmula mixta de financiación + activos + operación) que un grupo de empresas chinas le han propuesto este año. Lo sabe el presidente ecuatoriano. No hace ni un año que Rafael Correa se permitía 'tirarle a la cara' literalmente a China un crédito con el que recuperar el proyecto de Coca Codo Sinclair -que en principio también había asumido Caracas- por considerar abusivas sus condiciones y la exigencia de activos en garantía. Pero la libertad de maniobra -la propia, pero también la de sus aliados- ha mermado en apenas doce meses. A la vista de los 7.000 millones de dólares que el Palacio de Carondelet necesita invertir sólo en energía e infraestructuras asociadas, en menos de ocho semanas, Correa decidía aceptar que su hidroeléctrica de Coca Codo saldrá adelante con 1.700 millones de dólares del EximBank de China, aunque sea a condición -y sólo después-de que el Estado de Ecuador ponga sobre la mesa los 300 millones de dólares de su parte de la inversión y a cambio del desarrollo del proyecto por empresas asiáticas, con Sinohydro en cabeza. Más aún: en septiembre el Ejecutivo de Quito aceptaba un crédito de 1.000 millones de dólares para objetivos petroleros, que suma y sigue con otro similar pendiente desde el 2009. Compromisos en menos de seis meses por 3.700 millones de dólares y con un solo país. Serán, para empezar, a cambio de hipotecar el futuro de su suministro en hidrocarburos, en los próximos cinco años, más del 50% llevaría apellidos pekineses. Desde este mes, por primera vez, China es ya el principal destino del petróleo ecuatoriano, con el 72% de las ventas totales, 3,9 millones de barriles que tendrá que entregar durante los próximos doce meses (más de su producción anual), para cumplir con Petrochina con 2,8 millones de barriles del primer crédito y otros 3,94 del segundo. Si en 2007 Ecuador concentraba el 75% de las ventas petroleras ecuatorianas, en el 2009 ya cayeron al 49% y entre enero y julio de 2010 se reducían hasta el 44%. Quito entrega sus perfiles a las ventajas del yuan. Pero lo paga caro. La administración quiteña ha terminado por admitir unas tasas de interés del 7%, aún a costa de reconocer que son mayores que las del BM y el FMI y que- China advertía- no habrá bancos privados dispuestos a llegar tan lejos como los de Pekín. Y ha aceptado garantías para los contratos de Pandes Petroleum (con inversiones en el país desde el 2006), pero sobre todo, se ha saltado sus propias líneas rojas, con contratos de Estado a Estado que sí reconocen arbitraje internacional y, además, lo hacen con la jurisdicción de Pekín. Bolivia le pisa los pasos, aún de lejos, a Cuba, Ecuador y la propia Venezuela, aunque desde 2006 Evo Morales reclama al Ejecutivo de Jintao que concrete sus inversiones y sus créditos, hasta ahora apenas ha prestado a la administración de La Paz poco más de 200 millones de dólares para hidrocarburos (eso sí, en menos de un año). Será a partir de 2010 cuando, si China consuma sus acuerdos preliminares y los pactos adelantados, Bolivia se convierta en el receptor de más de 4.000 millones de dólares de inversión y al menos 1.000 de créditos estatales o semiestatales. Desde el satélite Tupac Takari, a la posibilidad de desbloquear el mayor yacimiento de hierro, en el Mutun, pasan por Pekín ya. Hay 2.000 millones de dólares esperando el visto bueno de Morales para poder superar el contencioso con la empresa india Jindal Steel y dejarle paso a Shandong Luneng. Shengi está interesada en el petróleo boliviano y Huanqi en una planta de conversión de gas a diésel. Cuba le 'canta las cuarenta' a Caracas con yuanes Todos los aliados energéticos de Hugo Chávez, incluso los más estrechos, han comenzado a rebelar las lanzas de sus promesas incumplidas. Y hay muchas. Lo ha hecho, para empezar, el Gobierno de Raúl Castro. Tras la destitución de la ministra de Industria Básica, Yadira García (la encargada de la energía y de los acuerdos del sector con el exterior), palpitan aún los desencuentros entre Caracas y La Habana. Tanto, que en la fundamentación oficial del despido de la que era una de las mujeres fuertes del régimen figuraban 'deficiencias en el control de los recursos' e incumplimiento de acuerdos inversionistas. Con 48.000 barriles de producción propia y alrededor de 98.000 llegados de Venezuela, la Isla cubana disponía de un excedente sobre la demanda de unos 30.000 barriles, un 'alarde' de destino hasta ahora incierto, pero que no podrá seguir sosteniéndose y que suma y sigue a los fallos en las refinerías. Cuba busca nuevos aliados, pero los acuerdos de colaboración económica y energética sellados con Lula da Silva hace dos años no han conseguido materializarse. Rusia pugna ya desde 2008 por convertirse en el primer socio petrolero de la Isla caribeña, pero desde el desembarco de JSC Zarubezhneft y la apertura de su oficina en La Habana, saben que será sólo a través del peaje de nuevas inversiones en las exploraciones y explotaciones pendientes en alguna de las zonas económicas exclusivas (ZEE) de las aguas cubanas del Golfo de México y sus 10.000 millones de barriles de reservas aún intocados; ya tiene cuatro acuerdos en tierra y dos en aguas someras. Será, claro, con un 50% de posibilidades de éxito según las prospecciones previas y en competencia con la docena de multinacionales que tienen previsto comenzar a explorar desde 2011. Para el gigante asiático, sin embargo, las 'oportunidades' cubanas han empezado ya a materializarse, justo en los incumplimientos caraqueños y en latitudes cubanas optan por ponerle sus apellidos a los vacíos en refinación y minerales. Desde que en enero el Ejecutivo castrista comenzó a exigir el pago de los casi 200 millones de dólares en instalaciones eléctricas, Caracas ha tenido que revivir las prisas y los calendarios de sus empresas conjuntas. Lo hacía en junio, con 124 proyectos firmados de nuevo, 27 de ellos con fines puramente energéticos. Con el cable submarino para tratar de competir con el estadounidense e impulsar las telecomunicaciones en la Isla, Venezuela ha podido 'zafarse' con otra prórroga, al menos hasta 2012 para que entre en funcionamiento. Pero no podrán hacer lo mismo con los hidrocarburos. Por eso en La Habana, la diplomacia comercial ha comenzado a entregarse a la sintonía asiática. Ahora que Raúl Castro y sobre todo su número tres, Ramiro Valdez -encargado de asesorar a Venezuela en todos sus problemas de suministro eléctrico y térmico, a pesar de ser el ministro de Tecnología- le ponen de nuevo las pilas a Hugo Chávez y buscan obligarlo a que renueve sus compromisos en refinación antes de que sea demasiado tarde para PDVSA, en el Gobierno venezolano sólo han podido llamar a China para que 'salve' la refinería conjunta entre Petróleos de Venezuela y la estatal Cupet en Cienfuegos. Y es que la que estaba llamada nada menos que el 'polo petroquímico' más grande de la región, no ha podido cumplir sus propios objetivos bilaterales. Hugo Chávez, en persona, prometía en 2007, financiar con dinero de PDVSA la vieja e improductiva refinería Cienfuegos que construyeron los soviéticos en los setenta y que llegó a estar parada desde el período especial desde 1995 hasta ese mismo año. Para Cuba, era la única posibilidad para conseguir incrementar su producción en más de un 100%, desde 65.000 barriles a 150.000 bajo el manto del ALBA (la Alianza Bolivariana para las Américas). Para Venezuela, una ocasión para centralizar desde ella el envío de refinados a los 18 países que forman parte de sus alianzas energéticas en Petrocaribe y Petroandina. Ahora, además de haber conseguido la adjudicación de los contratos para Cienfuegos, buscar sitio en las refinerías de Santiago y Matanzas y haber entregado ya la maquinaria para la expansión de los cuatro nuevos muelles de Cienfuegos con los que atracar a partir de 2014 supertanqueros VLCC, Pekín se ha convertido además en el aliado cubano, ahora que se impone la búsqueda urgente de nuevas fuentes alternativas de suministro y de dólares para la empresa mixta Cuvenpeq que el Banco de Exportación e Importación de China evalúa ya. La planta anexa de regasificación de gas natural que esperan construir junto a Cienfuegos estará bajo su construcción, a cambio de activos y de su posterior producción. Este mismo mes inauguraba, aunque aún sin operación, la central eólica Gíbara II, el cuarto parque de generación eólica del país, todos bajo auspicio y financiación chinos. Es verdad que la capacidad instalada global sólo es de 11,7 Mw, pero si se cumplen las promesas que esta misma semana hacía en La Habana el ministro de Exteriores chino, Yang Jiechi, será sólo el aperitivo de un desembarco chino en energía e infraestructuras en la isla, justo allá donde Venezuela quiere -necesita en realidad- un tiempo de tregua. REGRESAR


Fecha publicada: 21/10/2010
Fuente: Reporte
Tema: petroleo
Tags: China y Venezuela, Venezuela y Ecuador, Venezuela y Cuba


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