Si algo tiene el venezolano es capacidad de aguante. Cuando estaba en primaria y bachillerato tuve que aguantar todo tipo de burlas sobre mi altura, la manera como me peinaba, los lentes que usaba, la lonchera que tenía o el bolso que cargaba. Algunos burlas eran sumamente crueles, pero siempre las aguanté con paciencia.
¿A qué viene esto? Viene porque parece que nuestra capacidad de aguante está incluida en nuestro código genético y ha evolucionado fuertemente durante los últimos doce años. Hemos aguantado que el presidente Chávez haga lo que le dé la gana, que despilfarren nuestros recursos, que nos digan qué debemos ver y a qué hora, y pare usted de contar.
La solicitud de una nueva Ley Habilitante y la reforma de la Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión y Medios Electrónicos es sólo una muestra más de cómo nosotros podemos aguantar cosas. Ante el riesgo de que nos cercenen aún más nuestra libertad de expresión deberíamos de estar en las calles haciendo sentir nuestro desacuerdo, haciendo bulla, pero la única bulla que yo he visto que se hace es por el Twitter y esto hasta que lo cierren o lo regulen de tal manera que lo mejor sea que nos lo quiten.
¿Cuánto más tendremos que aguantar para reaccionar? ¿Los que admiran la revolución no se dan cuenta de que algo está mal, pero verdaderamente mal? ¿Cuántas vías de expresión tendremos que perder? Parece que sólo nos queda esperar.
"Todo tiene su final, nada dura para siempre" dice la canción, pero en este momento la cosa está tan negra que no se ve por dónde llegará el final de esta historia de terror que estamos viviendo. Y para los que están felices con todo lo que está pasando déjenme decirles que los cuentos de hadas no existen.
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