En diciembre de 2002 empecé a colaborar con varios medios impresos. Eran días de convulsión en el país. La mayoría de los diarios nacionales reflejaban la realidad que vivíamos. Los sentimientos encontrados de muchos articulistas que escribíamos acuciosos y reflejamos nuestra posición en cada caso, se cruzaban en el papel. Era inevitable. Un imán poderoso atraía la fuerza de las letras como espejo de una sociedad revuelta y desafiante. Dos tendencias políticas opuestas lanzaban a la prensa un puñado de críticas hacia el bando contrario.
Como nunca antes, cientos de venezolanos se habían volcado a escribir quién sabe si para drenar muchas de las inquietudes que en aquel momento afloraban en el país. Muchos sentían la necesidad imperiosa de expresar su acuerdo o desacuerdo con lo que sucedía y los medios de comunicación fueron la herramienta perfecta para ello. Una vez más, eran el canal para hacerse sentir. Entonces, los medios digitales se multiplicaron exponencialmente y Venezuela se comunicaba cada noche a través de Internet, los celulares y los "T-motions" del momento.
Las páginas de opinión fungieron de galería para exponer las ideas, como debe ser. Aparecieron firmas de personajes de todos los sectores. El lector decidía qué leer y qué no, qué aceptar y qué rechazar. Cada quien miraba, decía, escuchaba, lo que quería. En libertad, sin censura. Se abrieron portales para opinar y debatir, para participar en la vida del país desde la perspectiva particular de cada quien. Como suele ser en un país donde impere la democracia y por tanto la expresión libre.
En mi caso, cada uno de mis artículos fue escrito sin tapujos, al desnudo. Con absoluta responsabilidad personalísima. Así ha sido hasta el día de hoy, porque este medio, como otros en los que colaboro, jamás ha cortado ni una letra, ni ha cambiado una coma, por miedo. Y no ha ocurrido, no por solidaridad con mis líneas. No, sino porque gozamos de total autonomía para expresar lo que pensamos. En libertad plena y con libertad plena. Así pues, quien quiera que haya leído alguno de mis artículos podrá saber lo que pienso sobre temas diversos, entre ellos, sobre el gobierno de Chávez. La posición del escritor se refleja en sus letras y lo escrito, escrito está.
De ese modo, los medios y entre ellos el ciberespacio, han fotografiado lo que ocurre en nuestro entorno hasta hoy. Pero quién sabe si para la próxima edición, con el advenimiento de la reforma a la Ley Resorte -y como lo que usted lee fue enviado al periódico por Internet- quizás no pueda leer algunos de sus articulistas. Con esa reforma se pretende controlar o ¿callar?, las opiniones de quienes adversen al Gobierno y la información oportuna y veraz que, dentro de nuestra actualidad mundial, se hacen cada vez más inocultables. Remember Wikileaks.
La censura es terrible. Y cuando se dirige al ciberespacio, no me cabe la menor duda, debe ser porque se pretende ocultar verdades inconvenientes. Si no, pregúntele a los chinos que tenían bloqueados el acceso a algunas páginas web para impedir que conocieran a profundidad la verdad sobre Liu Xiaobo, pacifista, prisionero de conciencia, a quien fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz como reconocimiento a su lucha por la libertad en China.
Al final de este artículo aparece nuestra dirección electrónica. Puede escribirme y darme su opinión, como han hecho muchos lectores a lo largo de estos años, a los que, de paso, estoy muy agradecida. Si quiere, hágalo ahora. Quién sabe si ésta sea la última vez que usted pueda ejercer su libertad de expresión a través de Internet.
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