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A México sólo le bastaron 29 minutos para hacer caer al campeón vigente de la Copa América. Con una marcación a presión en la mitad de la cancha, el grupo dirigido por Hugo Sánchez encontró en los goles de Nery Castillo y de Ramón Morales el elemento necesario para mantener el sistema que le permitió derrotar a Brasil 2-0 Casi 40 mil personas observaron en el moderno parque Cachamay cómo el conjunto integrado por Robinho, Gilberto Silva, Diego y compañía, se diluyó en apenas cinco minutos: después de unas tímidas llegadas de los amazónicos, Castillo aprovechó un balón en el área pequeña y lo depositó en las redes a los 24 minutos; luego, el zurdo Morales pateó de manera impecable una falta que dejó petrificado al arquero Doni y a todo el scratch.
Para la escuadra mexicana el trabajo estaba casi hecho.
Sólo bastaba aguantar con inteligencia a un equipo que, a pesar de no traer a sus mejores estrellas, cuenta con un ataque mortífero.
Los medios de comunicación aztecas buscaron después del partido a los goleadores, sobre todo a Castillo que burló en varias ocasiones a la defensa brasileña.
Pero no se enfocaron en Gerardo Torrado y Jaime Correa, colosos que se pararon en la mitad de la cancha para desarmar a los volantes de creación de los pentacampeones del mundo.
Las manos de Ochoa.
Por el oficio demostrado en la cancha del Cachamay, los mexicanos ahora son el centro de todas las miradas en la llave que seguirá su segunda fecha el domingo en el estadio Monumental de Maturín.
Los amazónicos crearon cuatro claras oportunidades de gol, pero el cancerbero mexicano Guillermo Ochoa conjuró las intenciones.
Robinho enfrentó a Ochoa a los 58 minutos, y el portero desvió el balón; cuatro minutos más tarde Afonso tiró otra bolea que se estrelló en las manos del azteca; nuevamente el atacante del Real Madrid cabeceó sin suerte y Vágner Love tampoco pudo capitalizar el rebote; a los 73 minutos Robinho, en jugada individual, disparó otro derechazo que dio en el paral.
Sin renunciar.
Hugo Sánchez no perdió el enfoque a pesar de la ventaja del primer tiempo. Sacó al delantero Cacho y en su lugar colocó a Omar Bravo, otro jugador de vocación ofensiva. A los 78 le dio oxígeno al mediocampo al retirar Morales, por el fresco Jaime Lozano y cuando los brasileño vacilaron metió a José Castro por Israel Castro.
Las pitas que recibió el director técnico mexicano tras perder el domingo la final de la Copa de Oro ante EE UU 21, se convirtieron anoche en aplausos sonoros. REGRESAR |
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