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L a Asociación Venezolana de Educación Católica, AVEC, celebró su XXXII Asamblea. Allí presentó su memoria y cuenta: un documento diáfano, expresión al mismo tiempo de una estricta pulcritud administrativa y de un indeclinable apego a su misión.
De la presentación de la AVEC se desprende el objetivo central de su esfuerzo: una educación de calidad, la mejor conjugación de preparación académica con transmisión de valores éticos y morales, formación para ganarse la vida pero sobre todo para el crecimiento humano con dignidad.
Consecuente con este sentido de misión, la AVEC pone el acento en el tema crucial de la falta de docentes graduados, con vocación y buena formación académica. La calidad de la educación depende de la calidad de los educadores. Sin esa base no hay presupuesto ni programas que valgan. De allí el interés de la AVEC por su capacitación y actualización.
Para la AVEC el tema de la supervisión no estriba en un incremento de controles, sino en una buena gerencia educativa, la valoración de la mística y capacidad de los educadores y un margen de dirección autónoma. Su propia experiencia avala una visión descentralizadora que acerca al maestro y al director de escuela a la solución de los problemas, que respeta su autonomía de acción sobre la base de direcciones amplias de contenido exclusivamente pedagógico.
En la misma línea de afirmación de la participación y del derecho a decidir, el documento de la AVEC clama por el fortalecimiento de la comunidad educativa, también ella con autonomía y capacidad de acción. Contra este reconocimiento choca la imposición oficial que limita la contribución económica de los padres, decisión interpretada con razón más como una medida destinada a ahogar las opciones de educación privada que como defensa por parte del Estado frente a una pretendida voracidad de los planteles.
Cuando en 1990 se firmó con el Ministerio de Educación el Convenio del Subsidio Complementario para apoyar el financiamiento de escuelas católicas gratuitas para poblaciones de menores recursos no se imaginó la importancia que el factor seguridad económica representaría para la afirmación de este gigantesco esfuerzo educativo que hoy atiende a 507.200 estudiantes en 603 planteles. La memoria y cuenta de la AVEC es no sólo una demostración de eficiencia y pulcritud administrativa sino de la capacidad de las instituciones beneficiadas de multiplicar los recursos gracias a la creciente contribución de la empresa privada obtenida sobre la base de su extraordinaria labor educativa y de su compromiso con la comunidad. No se encontrará fácilmente un caso parecido de rendimiento de un subsidio, de productividad social de una inversión.
Fundada por el jesuita Genaro Aguirre en 1945, en momentos de amenaza para la educación católica, la AVEC no ha dejado de prestar al país el servicio para el cual fue creada. La ejemplar tarea cumplida durante tantos años, su capacidad de acción y su entrega a la labor educativa deberían ser más que suficientes para que desde el Gobierno se viera a los colegios católicos como un aliado deseado e indispensable. Son la demostración de lo que se puede lograr con mística, formación y buena gerencia educativa. La causa de la educación ganaría mucho si en lugar de la confrontación se abriera espacio a la comprensión de un modelo cuyas claves están a la vista: atención a la calidad, formación en principios éticos y morales, honesto y eficiente manejo de los recursos. REGRESAR |
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