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A comienzos de abril de 2009, en un período de tres días, ocurrieron quince movimientos sísmicos en el país, con magnitudes inferiores a los 4,8 grados en la escala Richter.
Comencemos por informar que en el mundo ocurren anualmente unos ocho mil eventos de magnitudes similares a los ocurridos, que no generan daños.
Si bien estos sismos pueden ser sentidos por la población, especialmente por aquellos que viven en edificios de más de diez pisos, estructuras que han sido construidas respetando los requerimientos de las normativas sismorresistentes, no deben sufrir daños.
Sin entrar en mayores consideraciones científicas, es necesario recordar que la escala Richter es logarítmica, esto quiere decir, que un sismo de magnitud 5, libera 10 veces más energía que uno de 4, y uno de magnitud 6 libera 100 veces más energía que uno de magnitud 4.
Uno de magnitud 7, 1.000 veces más. Un sismo de magnitud 4,3 como el ocurrido el domingo 5 de abril en la tarde, generó energía 120 veces menor a la del sismo de Caracas de 1967.
El sismo de 1967 tuvo una magnitud de 6,4 y generó energía equivalente a dos bombas atómicas como la de Hiroshima, mientras que el sismo que produjo fuertes daños en Ciudad de México en 1985 y fue de magnitud 8,1 liberó energía equivalente a más de 1.000 bombas atómicas.
Los sismos de Semana Santa 2009, no permiten predecir si ocurrirá pronto un sismo de gran magnitud. Estos sismos de ligera o moderada intensidad tienen el efecto positivo de permitir liberar parte de la energía acumulada en el sistema de fallas de la zona de contacto de las placas del Caribe y Sudamérica, que marcan la geografía nacional a lo largo de los Andes y la zona costera hasta Sucre.
En el sentido contrario, la ocurrencia previa (histórica y reciente) de sismos en el país y la ausencia de sismos recientes de gran magnitud, indican que cada día que pasa aumentan las probabilidades de ocurrencia de un evento importante.
Desafortunadamente, el conocimiento científico no nos permite predecir todavía la ocurrencia de sismos. No existen métodos de predicción aceptados y confiables. Nos encontramos, como decía el filósofo Blas Pascal, solos entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño del universo.
POBRES MAS POBRES
Los terremotos matan anualmente un gran número de personas, y destruyen esfuerzos significativos de las sociedades por salir adelante y procurar el desarrollo, en su lucha contra la pobreza.
Los terremotos convierten a los pobres en más pobres, y sus efectos son mucho más devastadores en sociedades que carecen de conocimientos, planificación urbana, normativas técnicas, instituciones preparadas o seguros. Y esas situaciones se repiten en todos los países latinoamericanos, especialmente en el nuestro.
No podemos olvidar los eventos que han traído tragedias a nuestras poblaciones, porque nos muestran la cara del desastre que puede afectarnos en cualquier momento y nos deben impulsar a la prevención.
Como ejemplo mencionemos el sismo de Pakistán de 2005, país ubicado en la zona de encuentro de las placas tectónicas de India y Euroasia, las cuales, al chocar, levantan los Himalayas y producen sismos.
El terremoto del 8 de octubre, de magnitud 7,6, afectó ciudades, pueblos y poblaciones remotas y se sintió en la vasta zona comprendida entre Afganistán, Pakistán, India y Bangladesh.
Sus consecuencias fueron catastróficas: el servicio geológico de EEUU estimó más de 80.000 muertos y 65.000 damnificados, más de 32.000 edificios destruidos y más de cuatro millones de personas sin vivienda.
Al inicio del invierno, cuando se consiguieron temperaturas por debajo de los veinte grados bajo cero, una población muy pobre quedó en condiciones infrahumanas, sin vivienda ni refugios adecuados.
La mayoría de las víctimas murió por habitar en viviendas de mampostería, de piedra, o de adobe sin refuerzo suficiente para soportar sismos, construidas sin criterios técnicos ni planificación. Esta situación se repite con frecuencia en el mundo, sólo que cada vez la sentimos más de cerca, gracias a los medios de comunicación.
Caracas tenía en 1967 muchos menos ranchos que ahora. Los ranchos eran de uno o dos pisos, y estaban localizados en terrenos más estables que los que ocupan hoy. Caracas es una zona de alto riesgo sísmico, y al menos dos millones de sus habitantes se encuentran actualmente en barrios de condiciones precarias, donde los ranchos llegan a tener, en muchos casos, hasta 7 u 8 pisos.
Los ranchos no tienen mecanismos estructurales ni fundaciones adecuadas para resistir terremotos como los que ya han ocurrido en el país. Cuando la gente es atrevida construyendo, y hace columnas muy esbeltas, o se coloca en terrenos de fuertes pendientes, o usa pocas cabillas y pone otro piso y se siente satisfecha porque no se cae la casa, está aumentando significativamente el riesgo de convertirse en víctima de un terremoto. Los efectos de la ignorancia pueden ser desastrosos.
Los barrios marginales no sólo están en riesgo por la vulnerabilidad de las viviendas. Las condiciones sanitarias, la precariedad de los servicios y las dificultades del acceso vial en estos sectores son también factores de alto riesgo. En caso de desastres, las labores de evacuación, rescate o atención de la emergencia, se verían altamente obstaculizadas por estas condiciones.
VIVIENDAS FRAGILES
Las catástrofes no sólo cobran vidas. La pérdida de la vivienda para una familia es una verdadera tragedia, aún más si se trata de una familia pobre.
Aunque no lo creamos, muchas veces un rancho es más costoso que una quinta en una zona residencial, porque los materiales se compran poco a poco, al detal y a altos precios, y luego se transportan hasta los lugares de construcción sin vialidad, a lomo de hombre, lo cual también se paga.
Otros casos de viviendas de gran riesgo son las de adobe sin refuerzo de acero suficiente, o las que se ubican en terrenos inadecuados, como las que muestran agrietamientos por fundarse sobre suelos de arcillas expansivas, todo lo cual denota improvisación y desconocimiento de nociones elementales de ingeniería estructural.
En el país se han construido muchas viviendas de adobe en los últimos veinte años, y casi todas muestran una gran insuficiencia de refuerzos para resistir terremotos. En el páramo merideño hay muchas viviendas de este tipo.
Esta problemática del alto riesgo también se demuestra en escuelas nacionales. El sismo de Cariaco del 9 de julio de 1997 (magnitud 6,9) destruyó cuatro edificios escolares, en los que perecieron 23 personas (niños, jóvenes y maestros), aun cuando el sismo ocurrió en un momento de receso escolar. Muchas escuelas idénticas han sido implantadas de manera repetitiva en todo el país, sin que se revisen ni refuercen sus estructuras.
Los daños que pueden producir los terremotos en Venezuela hacen evidente la necesidad de implementar urgentes medidas de prevención.
La prevención de desastres es un problema de lucha contra la pobreza, de organización social e institucional y de conocimiento, tanto de expertos del mayor nivel académico, como de la base social y de las instituciones. Es también un problema de inclusión de los sectores informales de la sociedad.
La solución requiere de grandes y sostenidos esfuerzos que no se resuelven ni con apuro ni con voluntarismo, ni con órdenes ni gritos de gendarme, sino con instituciones, con expertos y políticas estables y claras, que tomen al conocimiento, tanto social como el muy especializado, como una gran prioridad, y que incentiven la integración de la sociedad, no su división, en torno a visiones políticas.
La ausencia actual de políticas ineficientes de atención a este problema, son otro ejemplo de una equivocada forma de hacer política en este país que está en emergencia.
Es urgente prevenir, porque es doloroso lamentar. Por el bien de nuestra población, no dejaremos de repetirlo, una vez, muchas veces. REGRESAR |
| Fecha publicada: 06/05/2009 Fuente: TalCual Tema: emergencia
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