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Ya veremos si Fidel Castro se decide a seguir el ejemplo de su hijo putativo, en eso de acabar con el vicio de los indígenas de echar humo por la boca o la nariz, globalizado desde el siglo XVI. Si algo distinguía al guerrillero cubano, además de su barba, era ese flamante tabaco colgándole de los labios, que lo hacía ver popular, como también lo quiso ser el Che Guevara aun siendo asmático. Nunca se les ocurrió a los terribles barbudos acabar con el vicio indígena, sino con su explotación capitalista, y pronto el gobierno intervino y nacionalizó plantaciones y fábricas de tabaco.
Otra planta habría estado en la mira revolucionaria:
la caña de azúcar, por sus alcoholes etílicos, no por sus azúcares. Y los dueños del Ron Baccardí se fueron con su marca a México, y hubo que inventar el Havana Club, porque al pueblo no se le podía quitar su ron. La caña de azúcar siguió endulzando paladares y animando fiestas, junto a la hierbabuena. Pero la “cubalibre” quedó para el exilio mayamero, pues luego de un infructuoso experimento de reproducir la sabrosa coke americana –el “Che”, ministro de Economía, descalificó al nuevo refresco con “sabor de cucarachas” –, se impuso el tradicional “mojito”.
¿Qué habría pasado si la revolución cubana hubiera suprimido la caña de azúcar porque de ella se deriva el ron y el alcoholismo incide en el ausentismo laboral? Pues habrían tenido una permanente lucha contra los alambiques clandestinos y la gente se habría llenado de resentimiento anticastrista.
Ya no hablemos si, porque el cigarro es una de las primeras causas del cáncer del pulmón y la garganta, se hubieran eliminado todas las plantaciones o revertido hacia otros cultivos más inocuos. ¿Hasta qué punto se habría alterado una identidad caribeña de siglos y, de paso, dado muerte a una gallina de huevos de oro? Es como si Venezuela se decidiera a no seguir explotando el petróleo porque, de vez en cuando, ocurren lamentables accidentes que dañan la fauna lacustre o marina, y hasta hay pérdidas humanas.
Menos mal que la piña –a pesar del guarapo preparado con sus conchas fermentadas– no está en la mira todavía de nuestro gobierno revolucionario. Pero esas plantaciones de uva en los estados Lara y Zulia que vayan remojando sus barbas. Ahora que nuestro país por primera vez está compitiendo en el mercado vinícola, nos arriesgamos a que uno de los tantos abstemios (de que los hay, los hay) con deseos de dejar huella, se le ocurra acabar con el negocio y con la diversión.
Bueno sería recordarle que la violencia que caracterizó los años veinte en Chicago por el surgimiento de la mafia, tuvo su origen en la prohibición de importar, comercializar y consumir bebidas alcohólicas. Tememos que nuestros indígenas, ahora que se están entusiasmando con la autogestión socialista, se encuentren con que ya no pueden seguir cultivando la yuca porque de ella se deriva una chicha fermentada con la que se la pasan muy bien en sus fiestas. Es fácil de imaginar el oprobioso “considerando” :
“porque debilita el espíritu y los hace proclives a una vida disipada, a espaldas de alguno de los motores de la revolución”.
¿Quién aguanta esto?
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| Fecha publicada: 06/06/2007
Fuente: TalCual
Tema: politica
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