De pie, a unos 4 metros del estrado de la jueza Joan Lenard, Carlos Kauffmann dio el paso que terminó de cambiarle la vida para siempre. De empresario petrolero multimillonario ya había mutado en acusado de actuar como agente encubierto de Venezuela en Estados Unidos para apretar a Guido Alejandro Antonini Wilson. Y ante el estrado de la Corte Federal de Miami convirtió la sospecha criminal en certeza. -¿Entiende el cargo en su contra?, le preguntó la jueza Lenard.
-Sí, su Señoría.
-¿Admite o no los hechos como fueron expresados por la Fiscalía?
-Los admito.
-¿Tiene algo que borrar o corregir de esa acusación?
-No.
Minutos antes, el fiscal federal Thomas Mulvihill se había explayado durante varios minutos, según consta en la transcripción de la audiencia que ayer obtuvo La Nación, para detallar su papel en la operatoria montada en Estados Unidos por el Gobierno de Venezuela. ¿El objetivo? Ocultar el origen y destino de los US$ 800.000 hallados en el aeroparque Jorge Newbery, en la madrugada del 4 de agosto.
Mulvihill no investiga la maleta en sí, ni de dónde venía o para quién era, aun cuando otro acusado, el ex socio de Antonini y de Kauffmann, Franklin Durán, fue grabado por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), afirmando que los US$ 800.000 eran para la campaña presidencial de Cristina Fernández de Kirchner.
La labor del fiscal se limita a enviar a la cárcel a los cuatro acusados de actuar de manera clandestina como emisarios de un gobierno extranjero en Estados Unidos. Para eso, durante la audiencia de Kauffmann reiteró que si los fines de Kauffmann y los otros tres eran lícitos, debían registrarse ante el Departamento de Justicia. Si no, las leyes penales los equiparan a espías.
La jueza miró a Kauffmann e insistió:
-¿Cómo quiere declararse al cargo? ¿Culpable o no culpable?
-Culpable.
-¿Se declara culpable porque lo es?
-Soy culpable.
-¿Comprende que la pena máxima posible por la figura penal por la que se declara culpable es de 5 años de prisión?
-Sí, Su Señoría.
Además de Mulvihill, en la audiencia se encontraban el abogado especializado en contrainteligencia del Departamento de Justicia, Clifford Rones, y tres agentes del FBI, involucrados en el caso, Michael Lasiewicki, Ryan Young y Chris Wallingsford. También, los dos abogados de Kauffmann, Jack Denaro y Michael Schuster.
-¿Es su declaración de culpabilidad libre y voluntaria? , continuó la jueza, dirigiéndose a Kauffmann.
-Sí, Su Señoría.
-¿Alguien lo ha amenazado o forzado o coaccionado?
-No, Su Señoría.
-Más allá de las concesiones hechas en el acuerdo de culpabilidad, ¿alguien le ha hecho alguna otra para convencerlo de que se declare culpable?
-No, Su Señoría.
-¿Está conforme con sus abogados?
-Mucho, Su Señoría.
Kauffmann lleva detenido 12 semanas en una celda individual, bajo un régimen que limita al mínimo los horarios de visita y los contactos con el mundo exterior, aun cuando la Alcaldía Federal se erige en pleno centro de Miami. Durante esos casi tres meses, su mujer, María Gabriela Jiménez, dio a luz a su tercer hijo. El futuro de su familia se convirtió en una clave de su negociación con la Fiscalía.
A diferencia del otro detenido que se declaró culpable, Moisés Maionica, al que Estados Unidos le daría una visa 'S' de residente no permanente -por lo que jamás será deportado a Venezuela-, Kauffmann negoció una cláusula algo diferente con el FBI. Tampoco él o su familia serán 'removidos' a su país de origen; además, logró que 'el Departamento de Justicia no objetará su reubicación en cualquier país' que los acepte.
A cambio, el otrora poderoso empresario de notables vínculos con el poder chavista, deberá colaborar con el FBI, aportar documentos y, si así lo dispone el fiscal Mulvihill, testificar en contra de los dos que siguen defendiendo su inocencia, Durán y el uruguayo Rodolfo Wanseele Paciello.
Tomado del diario la Nación. Buenos Aires, Argentina. REGRESAR |