El restaurante es el escenario favorito de la corrupción. No hay negocio sucio que no termine, o se inicie, en una mesa abundante y generosa donde siempre se ordena lo más caro y ostentoso, a veces sin tener idea de qué se trata, y paga el que obtiene el favor. Es normal que así sea, total, estamos hablando de un guiso.
¿Recuerdan al gordo Antonini, el de la maleta con los 800 mil dólares? Pues, le contó todo al periodista argentino Hugo Alconada Mon, quien acaba de sacar el libro Los secretos de la va- lija, editado por Planeta. Curiosamente este libro no se encuentra a la venta en Venezuela, a pesar de que Planeta es una gran casa editorial. Esperemos que lo traiga pronto. Yo tengo un ejemplar y aquí les adelanto algunas notas de los principales encuentros que tuvieron lugar en diversos sitios de comida de Caracas, Buenos Aires y Miami, y que ilustran parte de los tentáculos del monstruo corrosivo que se esconde tras este escándalo rojo rojito.
Página 15: '...en un restaurante argentino de Key Biscayne, a veinte minutos de Miami y a dos cuadras de su apartamento del barrio cerrado de Ocean Club... donde (Antonini) pidió un vino tinto de Mendoza y ordenó unos chorizos'.
Página 44: 'Así que Antonini enfiló hacia Casa Urrutia (es Urrutia), como se lo conoce, en la calle Francisco Solano, a sólo cuatro cuadras del Gran Meliá. Fundado en 1962, el restaurante le traía gratos recuerdos al gordo, que comió allí por primera vez con su familia cuando tenía apenas 6 años. Ignoraba que sería, también, el último restaurante al que entraría en Venezuela'.
Página 45: '...la conversación derivó así por otros rumbos, junto a los platos y hogazas de pan, frescas y tan grandes que rebosaban de sus bandejas. Auque especializado en la cocina vasca y, por extensión, la española, Urrutia también ofrecía un pequeño gesto a los argentinos... la carta de vinos arrancaba con vinos criollos Navarro Correas, Trapiche, Don Nicanor o Nieto reserva'.
Página 107: 'A pedido de su jefe, reservó una mesa para el grupete en Rosa negra, un restaurante ubicado frente al Hipódromo de San Isidro, en las afueras de Buenos Aires, que le encantaba a Uberti.
Catalogado como `uno de los mejores de la Argentina', al funcionario nacido en el pueblo de Wheelwright le parecía menos `rústico' que Cabaña Las Lilas, donde habían almorzado antes'.
Página 108: 'Pronosticaron cómo sería el viaje a Bolivia que Kirchner y Chávez iniciarían en cuestión de días.
Pero más se regocijaron en el presente, bromeando y fumando Marlboros, sacándose fotos con sus teléfonos celulares y bebiendo un poco más, mientras jugaban con la rosa que engalanaba el centro de la mesa. Hasta que la cuenta trepó a los 1.774 pesos, alrededor de 600 dólares. Unos 100 dólares por comensal.
Lo curioso es que, aunque la mesa la reservó Victoria por orden de Uberti, la cena no la pagaron los argentinos.
Ni tampoco los venezolanos de Pdvsa.
La pagó Antonini'.
Página 133: '`La única forma de resolver todo este peo es ahora', lo rugió Durán cuando se reencontraron en el bar del hotel, el viernes 10, casi sobre la medianoche... Sólo unos metros más allá tocaba una banda de blues que distraía a Pedrito Durán, el más joven de los cuatro que se sentaron alrededor de la mesa en que su padre, también Pedro, hermano de Franklin, había apoyado su billetera y su credencial de la Disip de tal modo que fue visible para todos... La cuenta la pagó Antonini. Con billetes de 100'.
Página 135: 'El segundo encuentro fue mucho más breve y tajante... Juntos, fueron hasta un restaurante sobre la playa. Otra vez pagó Antonini, pero con una tarjeta de crédito'.
Página 143: 'La verdadera conspiración, sin embargo, ya estaba en marcha. Carlos `Demonio' Kauffmann y Franklin `Dillinger' Durán lo comprobaron al día siguiente, cuando Juan Bracamonte se reunió con el primero en el Café Olé de Caracas, donde los socios eran habitué...
Entre pocillos de café, jugos de naranja y el aroma de pastelería recién horneada, Bracamonte barajó las opciones en danza con Kauffmann, con quien ya se conocía. Luego se sumó Durán. Los tres sabían que el dinero no era del voluminoso empresario, así que eso ya estaba fuera de temario. El desafío era opuesto, es decir, cómo lograr que sí pareciera suyo'.
Página 160: 'Entre vasos de whisky Etiqueta Negra para él, Durán y Kauffmann, agua con gas, pero con jugo de limón para Nicolás Rossini, y Coca-Cola Diet para Maionica, siempre preocupado por su peso, la información fluyó con nombres y fechas en el restaurante Jackson Steakhouse de Fort Lauderdale, junto al boulevard Las Olas y las marinas'.
Más revelaciones de los secretos de la valija en nuestra próxima entrega, mientras Planeta trae el libro a Venezuela.
(continuará)
Miro Popic REGRESAR |
