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| La falta de transparencia en las relaciones comerciales entre nuestro país y Venezuela y las derivaciones hacia el debate acerca de una 'diplomacia paralela' con el régimen de Hugo Chávez constituyen sólo la punta de un iceberg cubierto por un denso manto de acusaciones de corrupción. Empeñado en inculcar el discurso único como verdad irrefutable, el gobierno de los Kirchner se empeña ahora en rechazar toda posibilidad de que funcionarios vinculados con los controvertidos acuerdos comerciales con Venezuela rindan cuentas donde corresponde: el Congreso. No se trata de 'dañar la política exterior del país', como procuró dar a entender el canciller Héctor Timerman, al cuestionar al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, Alfredo Atanasof, sino de dar la oportunidad a ese ministro y su par de Planificación Federal, Julio De Vido, de aclarar las denuncias sobre supuestos cobros de coimas a empresarios argentinos. Los pedidos de interpelación hechos por la oposición no pueden ser vistos como una conspiración, con las denuncias judiciales del ex embajador argentino en Venezuela Eduardo Sadous como punta de lanza. La mera intención de hacer público un testimonio reservado, como el brindado ante el órgano legislativo correspondiente, constituye una maniobra del oficialismo para desalentar futuras requisas en el Congreso de involucrados en cuestiones espinosas para el gobierno. Ni por esta causa ni por ninguna un ámbito fundamental de la república como el Congreso puede ser comparado con un 'circo romano', como osó hacerlo Timerman en una infantil competencia con el jefe de Gabinete de Ministros, Aníbal Fernández, para ver cuál de los dos hace más méritos para desacreditar en una red social como Twitter tanto a la oposición como a la prensa y a toda voz que no comulgue con el parecer de ambos. Es lamentable que funcionarios de un gobierno que pretende jactarse de haber instaurado un modelo tan novedoso que nadie logra desentrañarlo se muestren renuentes a aclarar las lógicas dudas de la ciudadanía en el ámbito más adecuado y nieguen la existencia de un mecanismo que, en realidad, bien pueden afirmar que existe en la Argentina desde hace tiempo, como el de las llamadas 'embajadas paralelas'. Se trata de un criterio que se mantuvo en perjuicio de un cuerpo diplomático pocas veces valorado y respetado por el poder de turno. Chávez El trato preferencial con la Venezuela de Hugo Chávez daña más la política exterior del país que el interés del Congreso en conocer la verdad, así como en velar por los pasos que deberá dar la Justicia. No es posible que cada vez que el oficialismo debe dar respuestas sobre temas oscuros encuentre chivos expiatorios para desviar la atención, denostar a la prensa y regresar al punto de partida sin haber aclarado nada. Es la estrategia de los Kirchner desde el depósito en el exterior de los fondos de la provincia de Santa Cruz, repetida con matices en el limbo en el cual quedó la maleta con casi 800.000 dólares que dejó generosamente a buen resguardo Guido Antonini Wilson. Ahora el subsecretario de Integración Económica Americana de la Cancillería, Eduardo Sigal, fue objeto de reproches en el gobierno por haber informado mediante un cable a sus superiores que un enviado de De Vido a Caracas había dejado a dos empresas argentinas fuera de una negociación comercial. 'Sigal debió hablar conmigo y no enviar un cable', afirmó Timerman. Es obvio que así la cuestión probablemente nunca hubiera trascendido. La corrupción sólo puede ser combatida con transparencia. Según el oficialismo, Sigal es el blanco de 'una conspiración destituyente' de los medios de comunicación por haber alertado sobre las fundadas sospechas de corrupción. ¿Participará de ese complot el juez federal Julián Ercolini por pedir al Gobierno todos los cables diplomáticos enviados por la embajada en Caracas a la Cancillería desde 2004 hasta la actualidad en respuesta al pedido del fiscal federal Gerardo Pollicita? Es absurdo insistir en la descalificación gratuita de la oposición, la prensa y todos aquellos que pongan en duda cualquier acto de gobierno, más allá de que, esta vez, sean documentos oficiales los que dejen al descubierto la trama. No adoptar una actitud activa contra la corrupción equivale a pretender que la democracia funcione con esa repudiable mochila, como si no pudiera desprenderse de ella. En este caso y otros, nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio. ✍ LA NACIÓN REGRESAR |
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